Una máxima indiscutible en el mundo informativo: lo que hoy es noticia, mañana se olvida. Esto viene a cuento porque a inicios de la semana pasada la noticia primordial en los medios nacionales lo constituía sin duda el despido de la periodista Carmen Aristegui del horario matutino radiofónico estelar de la empresa MVS Radio. No han pasado dos semanas de este hecho y la filmación de la película de James Bond en la Ciudad de México, la muerte accidental del luchador Pedro Aguayo en plena función en Tijuana, o el brutal desplome en los Alpes franceses del Airbus 320 con 152 personas a bordo, han ya sacado de las portadas el asunto MVS-Aristegui.
Las circunstancias ya muy conocidas por las cuales se dio el choque entre la reconocida periodista y la citada empresa de comunicación, hicieron que justamente se elevara el debate en los círculos periodísticos de opinión y sobre todo en esa nueva y etérea arena que son las redes sociales.
Recapitulando. El rompimiento sobrevino cuando MVS decidió despedir a Daniel Lizárraga e Irving Huerta, del equipo de la comunicadora, esgrimiendo que éstos habían violado las normas de sus empleadores, ya que los periodistas habían agregado a una nueva plataforma en Internet denominada Méxicoleaks, el logotipo de la propia MVS sin haberlo consultado con las autoridades de la compañía. Además, MVS había decidido cambiar sus acuerdos con sus colaboradores modificando su política editorial, lo que le restaba cierta autonomía a colaboradores como la misma Aristegui sobre los temas a informar en los espacios noticiosos de la empresa.
Estas acciones provocaron una respuesta desproporcionada de la propia Carmen quien, utilizando los micrófonos que MVS Radio le facilita, lanzó un ultimátum hacia la misma empresa exigiendo la reinstalación del par de periodistas despedidos. La respuesta de la compañía fue determinante y disolvió el vínculo profesional con Aristegui.
Parecería entonces que el pleito pudiese ser entre particulares y no tendría por qué levantar demasiada ámpula. El meollo del asunto es que si bien es cierto que los dos periodistas despedidos utilizaron el nombre de la empresa para Méxicoleaks, también lo es que justamente este par de periodistas fueron quienes realizaron la investigación con la que se dio a conocer el asunto de la "casa blanca", residencia de la actriz Angélica Rivera, esposa del presidente Enrique Peña Nieto, que tiene un costo estimado de 7.5 millones de dólares y que, además, el trato de la compraventa de la misma se había realizado con la empresa Grupo Higa, una de las constructoras que más obra realizó en el gobierno de Peña Nieto cuando era gobernador del Estado de México. La publicación de este material constituyó el golpe más severo a la credibilidad del actual gobierno, vale la pena puntualizarlo.
Es entonces de simple lógica pensar que el asunto realmente fue motivado por las presiones o ansias de revancha del gobierno federal por la publicación del reportaje de la mansión de Rivera, que provocó incluso una atropellada aparición en televisión de la cónyuge del primer mandatario dando una explicación del origen de la compra de la casa. El uso de la marca MVS en la plataforma dichosa era pretexto suficiente para echar a estos periodistas incómodos y de paso presionar a su jefa, a sabiendas de la previsible reacción. Parecería entonces que todo funcionó. Hoy Carmen Aristegui no está en la radio y en la práctica parece que está claro que quien se pase de la raya informando cosas que al presidente no le convengan, de alguna u otra forma lo pagarán con su chamba.
Luciría simple entonces el resultante, sacar a Carmen era una vendetta entre el poder y un grupo de periodistas. Muchos incluso condenaron a la empresa MVS Radio señalándola como servil al gobierno, que ahora con el PRI nuevamente al mando parece reinstaurar lo que Mario Vargas Llosa denominó como "la dictadura perfecta", lo cual incluye por supuesto el sometimiento de los medios, pero hasta ahora nadie ha dicho por qué ese aire de libertad informativa que se empezó a respirar desde tiempos del doctor Zedillo y los dos sexenios del PAN, ha sido aparentemente sofocado con facilidad, y entonces aparece un elemento no considerado: Internet y las redes sociales.
Así como desde la masificación del acceso a la Internet y las enormes ventajas de comunicación que ofrecen las redes sociales, éstas son ahora factor para el debilitamiento de los medios de comunicación independientes, porque para hacer periodismo libre se necesita dinero, y éste debe venir generalmente de los anunciantes. Con las nuevas tecnologías, los canales tradicionales para publicitarse reciben la competencia de miles y miles de oferentes cibernéticos que les arrancan presupuesto, pero que no cumplen generalmente, salvo excepciones, con cabalidad la labor de informar y de mantener redacciones profesionales.
Hoy cualquiera puede ser soez y calumniar a cualquier persona o funcionario, desde Peña Nieto y su familia, desde la comodidad del anonimato de las redes. Difamar es la cosa común, pero con el rostro encubierto en una IP.
Los cambios en el mercado y la evolución tecnológica que trae consigo una forma distinta de informarse, son retos que los medios de comunicación habrán de adoptar o desaparecerán, pero hoy el trance económico que están sufriendo, los debilita ante aquellos gobiernos autoritarios que presionan y cercenan el derecho a la información libre. Quién iba a decir que estos grandiosos avances tecnológicos de la Internet tuvieran como beneficiarios pasajeros a los gobernantes déspotas. La reacción de MVS Radio podría ser un ejemplo de ello.