Simultáneo a otros acontecimientos de escala global, la semana pasada se hizo público que Volkswagen, la emblemática empresa alemana armadora de autos, estaba haciendo trampa. Millones de carros con motores diésel fabricados en sus plantas y distribuidos ya alrededor del mundo, tenían instalado un programa que funcionaba en los momentos en que eran probados para automáticamente producir informes de emisión de gases con resultados trucadamente bajos.
Este corporativo automotriz se había propuesto conquistar el elusivo mercado de los automotores diésel. Aunque el diésel supera en potencia a la gasolina, lo hace a costa de la aceleración del automóvil; requiere también menos mantenimiento, pero cuando éste hace falta suele ser mucho más caro. La gerencia había aprobado implementar estrategias para evadir las severas reglamentaciones europeas y recorrer subrepticiamente el intrincado sistema legal medioambiental norteamericano.
La venerada imagen que tiene Alemania de ser un país eficiente y puntual se vino abajo y el sello de exportación Made in Germany, que es aceptado en todo el planeta como garantía de calidad, sufrió un duro golpe. Volkswagen es una de las joyas más preciadas de la industria alemana, de entrada da empleo directo a unas 600,000 personas en todo el mundo.
Pero no es solo el caso de Volkswagen. Las empresas alemanas en general aprovecharon durante años un vacío legal que les permitía restar de sus informes fiscales el dinero empleado para pagar sobornos. De este modo repartieron jugosas comisiones para expandirse en los mercados del mundo y acrecentar desaforadamente sus ganancias.
Siemens, la empresa que opera en los sectores industriales, manufactureros, de salud para desarrollar complejos mecanismos para la operación, tecnificación, automatización y control fue multada hace unos años cuando las instancias respectivas del gobierno alemán descubrieron que la empresa había obtenido la concesión de numerosos contratos a través del generoso reparto de sobornos. Lo mismo en la Banca alemana, Commerzbank y la Deutsche Bank, habían ya tenido sus respectivos escándalos de fraudes financieros.
¿Es Alemania un país corrupto y los ejecutivos forman una familia sin escrúpulos donde impera el lucro por encima de la honestidad? El interrogante no es gratuito.
Zizek, el multifacético pensador esloveno, afirma que el capitalismo es como una máquina global anónima que sigue su curso ciegamente, sin ningún agente secreto que lo anime. Trata por igual a todos, es verdad, no discrimina, así a los elegantes y racionales alemanes, así a los fayuqueros de la cuadra. Por su parte Paul Krugman, Premio Nobel de Economía en 2008, sostiene que ya es hora de retomar la reglamentación para controlar el capital. Si bien los excesivos marcos regulatorios de los años 70 asfixiaban la creatividad y productividad empresarial, llevamos 35 años aplicando recetas para desmantelar todo ese aparato reglamentario impulsado por la dupla Reagan - Thatcher, quienes sostenían que el gobierno no es ninguna solución, antes bien, es siempre el problema. Frase que ha sido la bandera de la ultraderecha todo este tiempo. Hemos apostado que la 'mano invisible' actúa para regular en automático al mercado. Décadas que han dejado ya saldos desastrosos por todo el planeta, una distribución tan inequitativa de la riqueza, como la apenas vista en tiempos de la revolución industrial.
Estos escándalos globales nos dejan algunas preguntas. Cómo se reconfigura nuestra idea de lo correcto incorrecto en términos de mercado. Qué es lo permitido, qué lo prohibido. Qué hacemos ante la acendrada desigualdad económica y social que se ha generalizado en nuestras ciudades, haciendo convivir, sin revolver, fraccionamientos exclusivos con amplias zonas periféricas donde el abandono y la desolación son la marca cotidiana.
Preguntas no solo éticas, también prácticas. Afectará esta crisis al pretendido clúster automotriz de la Comarca Lagunera. Afectará en general al boom automotriz en estos tiempos en que el mundo occidental está buscando otras formas más sustentables, basadas menos en energías fósiles y más en energías alternativas. Aprenderemos, aprovechando y de pasada, que estos modelos de ciudad hechos para servir al auto ya son de otra época y que ahora buscamos modelos de ciudad sustentable, caminables, con sistemas de transporte colectivo, amigables con la bicicleta, multicéntricas. Así, los acontecimientos suceden lejos de aquí, pero sus repercusiones son inmediatas y de largo plazo. La pregunta por la relación que hay entre los carros alemanes y nosotros queda abierta.
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