EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Los filósofos

GILBERTO SERNA

En el venero de las pasadas generaciones nada hemos aprendido porque nada hemos querido aprender. El tiempo es infinito, lo sabemos, en tanto la fragilidad mortal del humano en su paso por la vida, es apenas un brizna que se mueve al soplo del viento por un lapso imperceptible en el curso de la eternidad. Generación tras generación nos ha sido inasequible la purificación que rompa los grilletes tradicionales del hombre en su enemistad con el hombre. La carne domina nuestros sentidos y somos presa fácil de apetitos mundanos. ¡Oh calamidad, la codicia la hemos convertido en una virtud social!

Los asideros morales que constituyen el soporte de la convivencia social, han sido desplazados en la implacable lucha por ensalzar valores materiales. Destruidas las creencias de una póstuma recompensa, cuya existencia negamos enfáticamente, con la razón acechante de una ciencia sin misericordia -que evoca la comprobación de que sólo es verdad aquello que captan nuestros sentidos- que nos hace caer en las infames garras del abatimiento. Ciegos ante un destino incierto, somos presa fácil de una vida que no tiene bases firmes como no sea la destrucción de nuestros endebles principios.

No, no se piense que eso sucede únicamente a nuestra generación, el estudio de las antiguas civilizacones no nos muestra que todo tiempo pasado haya sido mejor. Sencillamente olvidamos. En efecto, distorsionar los recuerdos o acallarlos con el disimulo de una ingrata memoria es parte ontológica del hombre moderno. Situamos los hechos históricos a la medida de nuestras propias ambiciones. Nos referimos a los escasos héroes que en el pasado fueron, nunca para emularlos sino tan sólo como un aristócrata, venido a menos, muestra los apergaminados títulos de sus antepasados con el pretendido fin de ocultar que él, en su época, no ha hecho nada digno de enorgullecerlo.

Desde la aparición de los monos gibones, ancestros primogénitos del hombre contemporáneo, avanzamos en las sombras, con el paso vacilante del invidente estirando los brazos al frente y las palmas de las manos hacia adelante, moviéndonos balbuceantes sin saber de dónde venimos, qué hacemos y hacia dónde vamos; preguntas que desde sus orígenes el pensamiento humano se formula. ¿Es el género humano casualidad en el cosmos, en una evolución de las especies que tuvo su principio en el mar, o predestinados colosos forjados en la imaginación impenetrable de un ser superior? Diremos como los filósofos hinduistas; quizá, quizá sea, quizá no sea, quizá sea y no sea, quizá ni sea ni no sea.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1132043

elsiglo.mx