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Los otros políticos / II

SALVADOR SÁNCHEZ PÉREZ

El Papa Francisco es un gran político. Si la política no estuviera en nuestros tiempos tan desprestigiada, esta afirmación sería un verdadero elogio, y no como en realidad nos parece, casi una irreverencia.

Pensamos o decimos que el Papa está lejos de la política, pero no. Todo lo que hace el Papa es un gesto con grandes implicaciones políticas. Es un político de otro modo, eso sí y eso marca la diferencia.

Un día salió a pie de sus oficinas y se dirigió a la óptica más cercana, ahí pidió una revisión de sus lentes y pidió también se le cobrara el precio justo por el servicio otorgado. Este simple hecho fue noticia mundial, el Papa fue a la óptica en persona a hacer un ajuste a sus lentes. Pensamos, pudo haber mandado a uno de sus decenas de sirvientes. Pudo incluso haber hecho venir a su oficina al optometrista para que le hicieran en ajuste requerido a los lentes, pero no, sale a la calle, cruza la cuadra y él mismo entra a la óptica y hace el servicio.

El contraste con los regidores de un municipio rural mexicano, que van a un puesto de comida y se sienten merecedores a ser eximidos del pago. Se levantan sin pagar y se indignan y hacen un escándalo cuando se les pide peguen lo consumido. No se diga los desplantes que hace un presidente municipal o un gobernador, que se creen dueños del dinero público que únicamente administran.

El Papa ha elegido vivir en uno de los departamentos de la Casa de Santa Marta, una casa que sirve para albergar a los cardenales cuando están reunidos en el cónclave para elegir al Papa, o cuando están de visita en la ciudad de Roma, en lugar de ocupar las habitaciones del Palacio Apostólico, residencia ordinaria del Papa, lugar desde el cual se asoma al balcón a bendecir a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.

Ya cuando era arzobispo de Buenos Aires vivía en un departamento de dos habitaciones, viajaba en transporte público para trasladarse a sus oficinas. De nuevo, quién de nuestros políticos municipales usa ni por equivocación el infame servicio de autobuses con que está conectada la zona metropolitana de la Comarca Lagunera, ya no se diga los funcionarios federales, que se creen con derecho a usar los helicópteros del servicio público para atender sus asuntos personales.

Este Papa que se hizo llamar a sí mismo el obispo de Roma, en su primera aparición pública en seguida de su nombramiento y que en lugar de inmediatamente repartir bendiciones, pide al pueblo hacer oración por él.

El mismo que emprende la descomunal tarea de reformar la curia romana, su equipo de gobierno, detrás de una compleja estructura bien se le puede equiparar a un gabinete gubernamental. Se ha propuesto devolver el poder de decisión en múltiples asuntos a las instancias locales, conferencias nacionales de obispos, a las diócesis mismas y hasta a las parroquias, para así doblegar el centralismo vigente en los últimos siglos.

Francisco, así le decimos, así de cercano nos parece, se ha esforzado en recrear la imagen de iglesia, para hacerla mucho más cercana y servidora. Parece que ese era su objetivo al convocar el año de la misericordia, hacer valer el mensaje de la misión de la iglesia es acercar el amor de Dios a los fieles. Esa es la misión de la Iglesia, no tanto la labor de madrastra encargada de hacer cumplir las reglas, aunque en ese papel la hayamos visto las últimas generaciones.

Con prudencia ha decidido poner orden en los manejos financieros del Vaticano. Una filtración imputada a un acto de traición desde dentro entregó el expediente a unos periodistas italianos, los papeles del llamado Vatileaks, que revelan el modo de hacerse de dinero del Vaticano y el desvío de ingentes recursos destinados a obras de caridad.

Ese es Francisco, el Obispo de Roma, como simbólicamente se hizo llamar en su primera aparición pública. El Papa que ha decidido hacer actual el rostro de la Iglesia para tantos hombres y mujeres, el Papa que ha decidido volver a los orígenes. Ambos movimientos simultáneos, en sintonía con el Concilio Vaticano II.

No todos los políticos son iguales. Estamos tan acostumbrados a estilos caciquiles autoritarios de gobierno, eso es lo único que hemos visto en toda nuestra vida. Hemos llegado a pensar que así es, que así son las cosas, que no hay otra opción. Pero no, nos falta imaginación y eso es diferente. Para alimentarla hemos hecho este ejercicio. La entrega pasada hablamos de Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, ahora nos hemos referido a Francisco, desde el punto de vista de su práctica de gobierno. Para la tercera entrega queremos abordar a un mexicano, representante de esos otros políticos. ¿A quién nominaría usted? ¿Qué mexicano piensa puede acompañar a los políticos en esta lista?

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Escrito en: SALVADOR SÁNCHEZ PÉREZ

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