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Magdalena Briones

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

En la corta historia de La Laguna ha habido personas que destacan por diferentes méritos: porque han impulsado, desarrollado o consolidado actividades económicas, liderazgos políticos, creaciones artísticas o éxitos deportivos; algunos de ellos fueron reconocidos después de haber fallecido y otros cuando aún permanecían entre nosotros, comúnmente casi al final de su vida. Con el riesgo de señalar sólo parte de esos méritos y sin ser una columna dedicada a narrar biografías, en esta ocasión aprovecho la ocasión para hablar de una personalidad que ya forma parte de la historia local: Magdalena Briones.

Nacida en la ciudad de Durango hace 89 años, pero radicada en Torreón desde los dos primeros de su vida, donde construyó, como pocos, una firme identidad lagunera basada en un ideal de compromiso con esta, su tierra, aportando a ella su esfuerzo sin pedir algo más que la búsqueda de la civilidad. Encarna una generación con la que, conjuntamente con otros personajes afines de su época, casi todos finados, que gestó un espíritu ciudadano que vio y ve el futuro como una utopía, un futuro para todos.

Personalidad polifacética que emprendió diferentes actividades en su prolongada y prolífica vida, en unas destacó más que otras pero en todas poniendo su máximo empeño, desde la creación y promoción artística, la enseñanza, el compromiso social por sus pares locales y por el cuidado del ambiente que le rodea, hasta el breve paso por el servicio público.

Aspiró estudiar Medicina, carrera inaccesible para una mujer de su época en esta región porque le obligaba a trasladarse a la capital del país, permiso que nunca obtuvo de su progenitora; años después cursó la carrera de Sociología en la UNAM, donde se vinculó a una masa crítica, aquella juventud rebelde de la época de rebeliones latinoamericanas de mediados del Siglo XX, impactando el resto de su vida hasta entonces propia de una mujer de clase media acomodada.

Desde joven descubrió en el baile flamenco una de sus grandes virtudes que practicó y enseñó durante varias décadas, actividad que desempeño apasionadamente y donde reconoce grandes satisfacciones; pero también incursionó en el drama al escribir, dirigir y actuar en obras de teatro, o en el arte plástico que compartió con su primer esposo, cuyo testimonio queda entre amigos, conocidos y en su propia casa. Fue también la primera directora de la Casa de la Cultura de Torreón, en momentos en que el arte era visto como pasatiempo ocioso, sin patrocinio gubernamental y privado.

Realizó un breve paso por la enseñanza académica en la naciente carrera de Sociología, en la Universidad Autónoma de Coahuila, impartiendo la materia de Ecología, área de conocimiento vista como de relleno, donde se preocupó por documentar la problemática ambiental regional, ese entorno contaminado que ya anunciaba, en la década de los años 70 del siglo pasado, el desastre que los laguneros estábamos provocando con nuestros recursos naturales, particularmente el agua.

De la creación y promoción artística y la enseñanza académica, pasó al compromiso por el cuidado del ambiente, al formar parte de un liderazgo regional aglutinado en un organismo civil, la Asociación para la Defensa del Ambiente, que cuestionó decisiones gubernamentales autoritarias como la imposición en la construcción de la planta termoeléctrica en Villa Juárez, postura que el tiempo les dio la razón, o señaló la contaminación del agua del acuífero derivado de su sobreexplotación, fenómeno que se ha agudizado por la extracción no controlada que realizan actualmente los grandes usuarios.

Durante las últimas décadas, Magdalena Briones ha dedicado su mayor esfuerzo a la participación ciudadana como persona y en colectivos hoy denominados ambientalistas, siendo fundadora de la ya citada asociación, y de otras como Biodesert, A.C. o en los inicios de Encuentro Ciudadano Lagunero, involucrada en su pasión por recuperar nuestros expoliados recursos hídricos y en la protección de los ecosistemas y biodiversidad como la albergada en Jimulco. Es un ejemplo de constancia que se preocupa por mantener coherencia en sus actos con un espíritu ciudadano autónomo de las diferentes formas de poder público y privado.

Por ello es un referente ético para los habitantes de esta región, su desempeño personal y colectivo parte de observar la degradación de la esencia humana que continúa destruyéndose a sí misma como a la casa común, esta nueva denominación que da el Papa Francisco al planeta.

Por estos y otros más méritos que van desde su vida en la cotidianidad, se ha hecho acreedora a reconocimientos en la región y fuera de ésta como la que le fue otorgada este pasado lunes 30 de noviembre en Monterrey, por la asociación de Cronistas de Nuevo León, por su contribución a la Conservación del Patrimonio Integral, reconocimiento nacional que por primera vez se otorga, afortunadamente en vida, a una lagunera. En hora buena y que nuestra región replique personalidades como ella.

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