Columnas Social columnas editoriales SOCIALES

MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS

EL AMOR A LA VERDAD

Columna póstuma de Jacobo Zarzar Gidi

Cuando el emperador de Persia se restableció de aquella terrible enfermedad, convocó a sus consejeros y les dijo: "Quiero saber qué piensan de mí. ¿Me consideran un buen emperador? Sin miedo, digan la verdad, y a cada uno de ustedes, les regalaré una piedra preciosa". Los consejeros se presentaron, uno por uno, delante del trono del emperador, elogiando, en forma exagerada sus virtudes. Cuando le tocó su turno al sabio Elaím, éste le dijo al emperador: "Preferiría callar, porque la verdad no se puede comprar". El emperador replicó: "De acuerdo, no te daré ninguna recompensa, pero, de igual forma, habla libremente".

Elaím dijo: "Mi emperador, ¿quieres saber lo que pienso de ti? Pienso que eres un ser humano con muchas debilidades y muchos defectos, como cada uno de nosotros. Sin embargo, tus errores -por el cargo que ocupas-, tienen consecuencias mucho más graves. De hecho, todo el pueblo se queja de los impuestos tan altos. Creo que gastas demasiado en organizar fiestas, en construir palacios y, sobretodo, en tus guerras".

El emperador quedó muy impresionado por estas críticas y pasó varios días reflexionando. Finalmente hizo que le dieran a cada uno de sus consejeros una piedra preciosa como había prometido, y a Elaím lo nombró canciller.

Al día siguiente, los aduladores se presentaron ante el emperador diciendo: "¡Oh emperador!, el comerciante que te vendió estas joyas debería ser consignado y llevado a prisión, porque las piedras que te vendió son falsas". "Lo sé bien" -respondió el emperador, son tan falsas como vuestras palabras".

Esta historia nos habla de la gran importancia que tiene la verdad. Mucho se dice hoy de ser sinceros, de ser auténticos, y, sin embargo, los hombres tendemos a ocultarnos en el anonimato y, con frecuencia, a disfrazar los verdaderos móviles de nuestros actos ante sí mismos y ante los demás. Tenemos una doble cara para disfrazar nuestros pensamientos vergonzosos, y otra diametralmente opuesta para ser exhibida en sociedad. También ante Dios intentamos pasar sin hacernos notar, y evitamos el encuentro personal con Él en la oración y en el examen de conciencia, a pesar de que Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Por lo tanto, no podremos ser buenos cristianos si no hay sinceridad con nosotros mismos, con Dios y con los demás.

A los hombres nos da miedo la verdad porque es exigente y comprometida. Existen momentos dramáticos en la vida de los seres humanos, en los cuales no queremos que se nos diga la verdad, porque sabemos que nos va a lastimar, y por lo tanto preferimos la mentira o el silencio. En determinadas ocasiones podemos caer en la tentación de emplear el disimulo, el pequeño engaño y la verdad a medias; cambiando el nombre a los hechos o a las cosas, para que no resulte molesto el decir la verdad tal como es.

La sinceridad es una virtud cristiana de primer orden. Y no podríamos ser buenos cristianos si no la viviéramos hasta sus últimas consecuencias. La sinceridad con nosotros mismos nos lleva a reconocer nuestras faltas, sin disimularlas, sin buscar falsas justificaciones; nos hace estar siempre alerta ante la tentación de "fabricarnos" la verdad, de pretender que sea verdad lo que nos conviene, como hacen aquéllos que pretenden engañarse a sí mismos diciendo que "para ellos", tal o cual cosa no es pecado. Otro modo frecuente de engañarse a sí mismo es no querer sacar las consecuencias de la verdad para no tener que enfrentarse con ellas, o no decir toda la verdad. Quienes nos rodean han de sabernos personas veraces, que no mienten ni engañan jamás. Nuestra palabra de cristianos ha de tener un gran valor delante de los demás.

El amor a la verdad nos llevará a rectificar si nos hubiéramos equivocado y a no formarnos juicios precipitados, basados en una información superficial sobre personas o hechos. Son muchos los enemigos de Dios y de la verdad que desearían que los cristianos no seamos ni sal ni luz en medio de las tareas de todos los días. Al convivir en sociedad, habremos de hablar -en voz alta, con la firmeza que da siempre la verdad, de muchos temas de gran trascendencia para la familia, la sociedad y la dignidad de la persona, como son: la indisolubilidad del matrimonio religioso, la atención y el cuidado de los hijos, la prohibición del aborto, la belleza de la pureza y la grandeza del celibato por amor a Cristo, la atención a los enfermos, el respeto a los ancianos, etc. No podemos permitir que se haga burla de esos temas que son importantes para que la dignidad del ser humano no se fracture y para que sigamos siendo imagen y semejanza de Dios.

El hombre se equivoca cuando utiliza la mentira para ocultar en su matrimonio la existencia de una amante; sucede lo mismo cuando los padres de familia fincan su propia vida en un enjambre de mentiras, y después no saben qué hacer al darse cuenta que todo se derrumba como si se tratara de una edificación construida con lodo y carrizo. Los cristianos debemos ser personas veraces, que huyen siempre hasta de la mentira más pequeña y también de la exageración. Debemos hacer a un lado la hipocresía, el disimulo y la falsedad, para que nuestra vida tenga una gran fecundidad apostólica. La verdad es sólo una y no la podemos cambiar para obtener ventaja o para librarnos de un problema que nosotros causamos. Recordemos también que nuestro Dios es el Dios de la Verdad, y de eso debemos permanecer siempre orgullosos. Su amor hacia nosotros es transparente como lo son aquellas aguas cristalinas que bajan presurosas de la montaña en épocas de lluvia. Confrontemos diariamente nuestra forma de vivir, con el Evangelio, para tener un punto de comparación. Luchemos con fuerza y tenacidad para darle sentido a nuestra vida, y no olvidemos que únicamente el servir da felicidad.

jacobozarzar@yahoo.com

Leer más de Columnas Social

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Columnas Social

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1078195

elsiglo.mx