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DESCUIDOS EN EL MATRIMONIO

Columna póstuma de Jacobo Zarzar Gidi

En el matrimonio se pueden cometer varios errores que con el tiempo llegan a ser graves para la vida de los casados: A determinada edad, la mujer se preocupa demasiado por los hijos, dejando prácticamente abandonado al marido, que en su interior reclama, sin decirlo, la misma atención y el mismo amor que su esposa prometió el día en que se casaron. Como consecuencia, el esposo se vuelve reservado y taciturno, intenta vivir su propia vida en forma individual y se ve acorralado en un túnel sin salida. Observa con detenimiento a su esposa y la ve muy cambiada de cómo era en un principio. Siente que el amor que recibe de su pareja, no es ni siquiera el 20% de lo que fue en los inicios, y sin embargo la ama todavía, pero no encuentra el modo de volver a acercarse a ella.

Aparte de los hijos y de los nietos, a la mujer le preocupa si ha subido de peso, y si las canas han llegado a su cabeza. Le trastorna aparentar la edad que tiene y el no verse bonita frente al espejo. Le desesperan algunas actitudes del marido, para las cuales ya no tiene paciencia; se adelanta, y toma decisiones importantes para suplantar su autoridad, y se reserva cosas que anteriormente compartían.

Y si hablamos de los hombres casados, podemos decir que son muchas las esposas que se quejan de lo poco cariñosos que son sus maridos. Ese lamento se multiplica cuando se comparan con otros matrimonios que dan la impresión de ser más amorosos. El hombre, a determinada edad se siente prácticamente desconcertado. No sabe lo que le depara el futuro, ni siquiera sabe si vivirá al día siguiente, y eso lo mortifica. Sin embargo, debe de seguir siendo el capitán de una nave que muchas veces tiende a zozobrar. De una nave que en repetidas ocasiones llegó a tocar fondo, pero a fuerza de tenacidad pudo sacarla a flote. Las arrugas, la caída del cabello, el aumento de peso y el olvido frecuente de las cosas, le dicen con claridad que el tiempo ha transcurrido. El temor de perder la salud y el estar buscando cada día cómo solucionar sus problemas económicos, lo tienen al borde de la desesperación. A estas alturas, y con todo lo que sucede, el amor a su pareja pasa a un segundo plano. Su presencia en casa se vuelve rutina, y su mente registra una y otra vez, que la vida, por un motivo u otro, ha sido bastante dura con él.

Los insultos, los regaños mutuos que se dicen, la intolerancia por haber amanecido esa mañana de mal humor, las amenazas y las mentiras, son el pan de todos los días. El amor se agota y surge un resentimiento mutuo que se va acumulando en las intrincadas neuronas del cerebro. Dicen que al hombre, durante la adolescencia, le gustan todas las mujeres, años después solamente le gusta una -que es con la que se casa-, y posteriormente le vuelven a gustar todas, menos una... Sin embargo, todavía existen hombres leales a su mujer y enamorados de ella, que están felices de haber conservado el Sacramento del Matrimonio durante treinta, cuarenta o cincuenta años. Que durante todo ese tiempo se enfrentaron a miles de dificultades y a docenas de tentaciones, pero continuaron siendo "hombres de una sola mujer". Seres humanos que supieron pedir disculpas cuando fallaron en algo, y aprendieron a perdonar setenta veces siete, porque comprendieron que ésa es la única manera de conservar el amor que los une.

Conforme transcurren los años, los seres humanos vamos cambiando nuestra forma de ser todos los días, casi siempre para mal, muy pocas veces para bien. Una fuerza invisible y demoníaca nos domina haciéndonos perder la espontaneidad, la alegría original y la confianza en nosotros mismos. A pesar de considerarnos fuertes para contraatacar la adversidad y el mal momento, con facilidad sucumbimos cuando menos lo esperamos, porque sentimos que muchas cosas desagradables, que antes no esperábamos, se nos han venido encima.

La verdad es que los esposos tienen bastantes razones para mantenerse unidos, porque existe un sinfín de cosas buenas que pueden hacer en la vida, en lugar de estarse peleando todos los días. Con su ejemplo, experiencia y palabras orientadoras, pueden cambiar el mundo de los hijos, hacerlos más dóciles a la voluntad de Dios y menos inconformes con la vida. Ellos vivirán en la luz de la verdad y desecharán la ansiedad, la agresividad y la mentira que los estaba destruyendo. La paz que brota del corazón de una pareja que se ama, se extenderá como una bendición que brota del cielo, como un exquisito perfume que impregna todo a su alrededor, como un manantial de aguas cristalinas que sacia la sed en el desierto.

zarzar@prodigy.net.mx

jacobozarzar@yahoo.com

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