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¿HACIA DÓNDE SE DIRIGE LA HUMANIDAD?

Columna póstuma de Jacobo Zarzar Gidi

En los últimos meses, la población mundial ha estado viviendo la terrible experiencia de una crisis económica muy fuerte que ha golpeado con dureza a todas las naciones. Nos hemos inquietado por la pérdida de empleos, por la falta de circulante, por la posible quiebra de algunos bancos, por las tarjetas de crédito llenas, por los ahorros que se han esfumado y por el incierto futuro económico de nuestras familias. Sin embargo, me llama la atención que no nos hemos preocupado por la crisis moral que estamos padeciendo desde hace muchos años.

Así como hay parámetros para medir los niveles económicos de las naciones: "el producto interno bruto", "la inflación", "el ingreso promedio por habitante", etc. de igual manera deberíamos tener algo que nos marcara la espiritualidad, los valores morales y el amor que profesamos al ser humano. En la actualidad están sucediendo cosas sumamente dañinas para la salud espiritual de las personas, y hacemos poco o nada para remediarlas. En Europa, está de moda que algunas adolescentes envíen fotografías pornográficas de su propio cuerpo por medio del celular al muchacho con el que desean tener relaciones sexuales. Su intención es atraerlos, y lo están consiguiendo en una forma equivocada. Se trata de un mal ejemplo que con toda seguridad traerá graves consecuencias para el resto del mundo que intentará imitarlas, y con el tiempo lo verán como algo normal. La joven que deseaba conservarse pura para el matrimonio, cada vez encuentra mayores dificultades al ir avanzando por la vida. Las películas y las telenovelas exaltan, aprueban y respaldan con música romántica el tener relaciones sexuales antes de la boda, tomando como excusa "el amor" que se tienen los novios, y son cada vez más las mujeres que se "adelantan" antes de recibir la bendición sacramental. A muchas parejas ya no les interesa recibir el Sacramento del Matrimonio porque desconocen la importancia que tiene. Los matrimonios a prueba, las uniones libres, las infidelidades y los divorcios, están aumentando. El desorden se ha entronizado en todo el mundo.

Otra situación terrible que estamos padeciendo, son las violaciones a personas inocentes. Se afirma que en los Estados Unidos -y posiblemente también en México-, de cada diez mujeres que fueron violadas durante su niñez, siete lo fueron por su padre, por sus hermanos o por sus familiares cercanos. Durante muchos años los violadores las tuvieron amenazadas de que si algo decían, "las señalarían a ellas como culpables de esa situación tan vergonzosa". Y por eso guardaron silencio hasta que ya no pudieron soportar más el recuerdo de ese terrible suceso que por tanto tiempo mantuvieron oculto.

Mucha gente recurre al suicidio cuando siente que todas las puertas se les han cerrado, en lugar de acudir a Jesucristo para que llene su alma de esperanza y florezca una nueva ilusión. Miles de jóvenes están creciendo sin oír hablar de Dios, y si finalmente escuchan hablar de Él, no lo aman; anteriormente eran las madres de familia quienes sembraban en casa los valores fundamentales que posteriormente permeaban en la sociedad. Ahora las madres trabajan todo el día para ayudar con los gastos del hogar, llegan cansadas, y no disponen del tiempo necesario para orientar a sus hijos. Los adolescentes, al no tener la cercanía de sus padres y sus consejos, buscan "amigos" en la calle -a quienes admiran-, y corren el riesgo de tomar un mal camino. El científico Albert Einstein, siendo estudiante, dijo un día: "El mal es el resultado de la ausencia de Dios en el corazón de los seres humanos". Y tenía razón.

Jesús nos llama, porque son muchas ovejas las que están sin pastor, y el Señor nos pide ayuda para que seamos solidarios con la humanidad. Entremos a nuestro interior para escuchar la llamada de nuestra conciencia y pongámonos a trabajar porque en la actualidad avanzamos en sentido contrario. Recordemos que San Ignacio de Loyola -el gran Iñigo-, (1491-1556) llegó a ser lo que es, después de caer gravemente herido en una batalla mientras defendía el Castillo de Pamplona. En su convalecencia, una frase lo dejó marcado para siempre e influyó definitivamente en su conversión: "De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma".

Los seres humanos no hemos aprendido a vivir con la paz de Dios. Nos estamos alejando de Nuestro Padre y desconocemos sus mandamientos. Las iglesias en Europa se encuentran solas, y la mayoría han sido convertidas en museos. La misma tendencia puede llegar a producirse en México si dejamos de asistir a la celebración de la Santa Misa por lo menos los domingos. Necesitamos apoyar a nuestros seminaristas para que el día de mañana se transformen en sacerdotes santos que difundan la Palabra de Dios con entusiasmo, alegría y fervor. Evangelizar es la obligación primera que nos dejó Cristo cuando subió a los Cielos. Si verdaderamente nos importara la salvación del alma de nuestros semejantes y la propia, no estaríamos tan pasivos dejando transcurrir los días, las semanas y los años.

Queremos sacerdotes que sean representantes de Jesucristo aquí en la tierra; que evangelicen tomando en cuenta las miserias que tenemos los seres humanos; que nos den esperanza a los que vivimos en este mundo, y que aumenten nuestra fe al ser coherentes entre lo que hacen, lo que dicen y lo que son.

La Iglesia necesita una mayor cantidad de laicos comprometidos. ¡Pobres de nosotros si por negligencia llega a perderse una sola alma que en el camino de la vida estuvo cerca y no escuchó nuestra palabra evangélica al estar ocupados en cosas intrascendentes! En el tribunal de Jesucristo, cada uno tendrá que dar cuenta de los dones que recibió y de los frutos que finalmente entregó. Al hablar de Jesucristo deberíamos hacerlo con un fuego, un ardor y una luz especial que ilumine a todos aquéllos que aún permanecen en la oscuridad.

Una simple sonrisa puede hacer mucho bien al que está deprimido. Miles, tal vez millones de personas jamás se han enterado que Dios los ama. Hay más gente presa fuera de las cárceles que dentro de ellas. Estamos presos de las drogas, de la lujuria, del alcoholismo, del egoísmo, de la ambición desmedida, de la indiferencia religiosa, y de muchos otros vicios que nos han encadenado. ¡Vayamos en busca del Señor, Él nos está esperando!

Un estudio reciente nos revela que alrededor de trescientos millones de personas en todo el mundo somos fieles a Jesucristo. Y ése es un gran compromiso. Somos levadura en la masa, fermento y luz en una sociedad que permanece en tinieblas. Evangelicemos a los tibios y a los que ignoran a Jesucristo. Protejamos los valores fundamentales para que la sociedad no se siga hundiendo. Defendamos la familia, la vida y el derecho que tienen los padres de educar a sus hijos. Reconozcamos públicamente que Dios existe y aceptemos con alegría la Divinidad de Jesucristo. "El Relativismo" -doctrina filosófica según la cual el conocimiento humano no puede llegar nunca a lo absoluto- niega las verdades fundamentales que nos proporcionan una razón para vivir. Combatamos con efectividad esa dictadura, porque de lo contrario, todo mundo seguirá opinando con ligereza lo que quiere, haciendo a un lado lo fundamental que todavía nos sostiene.

Cuando los abuelos decían algo, y nosotros no les creíamos, ellos nos contestaban: "Eso dicen los papeles". En los tiempos actuales, señalamos y culpamos a "Los Medios", o a la televisión, o al vecino, de lo que está sucediendo, y eso hace que muy pocas personas se comprometan para conseguir un cambio.

San Juan de la Cruz (1542-1591) dijo un día: "Para avanzar hacia donde no estamos, tenemos que caminar por donde no vamos".

jacobozarzar@yahoo.com

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