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Más allá de las palabras

Columna póstuma de Jacobo Zarzar Gidi

UNA SOLA GOTA DE TU SANGRE

El dolor se ha vuelto nuestro compañero inseparable y debemos aprender a vivir con él.

Hace algunos años, en Beirut, la capital de Líbano, se presentó un hecho extraordinario. Juan Andrés Najem, colaborador en un Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Lasallistas), se encontraba gravemente enfermo de Anemia Aplástica (desorden hematológico que se caracteriza por una disminución de los elementos celulares de la sangre periférica, es decir, de la que recorre todo el cuerpo). A diario, recibía transfusiones de sangre y de plasma para equilibrarle su sistema inmunológico, pero su cuerpo ya no respondía. Al ver que se estaba muriendo, su padre acudió a una iglesia para pedir a un sacerdote católico que le impusiera los últimos sacramentos. Cuando el clérigo llegó, lo escuchó atentamente en confesión y colocó en sus labios La Sagrada Eucaristía. Después de rezar un momento, el enfermo habló con su padre y le rogó que lo llevara cuanto antes junto a la tumba de Nimatullah Al Hardini.

Recostado en una camilla colocada dentro de una vieja camioneta, aquél bondadoso padre condujo a toda prisa a su hijo de 23 años de edad por una carretera sinuosa al norte de Líbano. Atravesando varios pueblos ricos en costumbres y tradiciones, ascendieron por la zona montañosa que conduce al Monasterio de Kfifane donde se encuentran los restos mortales de Al Hardini, monje maronita del Siglo XIX, que fue "maestro de la Espiritualidad" y profesor de San Chárbel Makhluf. Con mucho amor y cuidado, aquel padre de familia libanés que sufría intensamente por la enfermedad de su hijo, lo colocó cerca de la tumba labrada de mármol en cuya base fueron esculpidas las raíces de un cedro, una Biblia y una cruz.

Débil de su cuerpo, pero con abundante fe, aquel enfermo pidió que lo vistieran con el hábito que usan aquellos monjes que destacan por su gran amor a Dios. Y posteriormente, oró de la siguiente manera: "Nimatullah Al Hardini, por medio de tu intercesión, te suplico hagas llegar a nuestro Señor Jesucristo esta petición: Señor, dame una sola gota de la sangre que derramaste en el calvario, para que yo me cure". En ese mismo instante, el moribundo, sintiendo un calor muy fuerte en todo su cuerpo, quedó por gracia de Dios, completamente curado. Al mes siguiente, se reintegró a sus labores como maestro en el Instituto de los Hermanos Lasallistas. Los médicos autorizaron que años después contrajera matrimonio y con el tiempo llegó a tener varios hijos sanos. Este milagro sirvió de base para que Juan Pablo II declarase Beato al monje libanés, cuyo proceso había sido suspendido temporalmente al no haberse presentado milagro alguno. Pero, ¿quién fue Nimatullah Al Hardini?

Youssef (José) Kassab, hombre virtuoso, predestinado para ser un verdadero ejemplo para la humanidad, nació en Hardine, Líbano, en el año de 1808. Fue hijo de Georges Kassab y María Raad. Sus estudios los realizó en el convento de San Antonio y posteriormente entró a la Orden Libanesa Maronita (1816-1822). Continuó sus estudios en el convento de San Antonio Kozhaya y se convierte en novicio en noviembre de 1828, tomando el nombre de hermano Nimatullah. Sus primeros votos los pronuncia el 14 de noviembre de 1830 y después de terminar sus estudios teológicos, se recibe de sacerdote.

Fue un hombre que vivió "vuelto loco por Dios". Sus días y sus noches estuvieron siempre consagrados a la meditación y a la adoración de la Sagrada Eucaristía. Acostumbraba rezar con mucha devoción el rosario, siendo la Santísima Virgen María su patrona y protectora. Durante su vida, en el monasterio, se le llamaba "el Santo". Uno de sus discípulos fue San Chárbel Makhluf, cuya historia hemos descrito abundantemente en esta columna periodística y cuyas estatuas se encuentran colocadas a la entrada de la Parroquia de San Pedro Apóstol de la colonia San Isidro, y en la Iglesia de La Sagrada Familia de la colonia Las Rosas de Gómez Palacio, Dgo.

El Padre Nimatullah Al Hardini murió en el monasterio de Kfifane el 14 de diciembre de 1858. Falleció después de una grave fiebre que contrajo por un viento frío del invierno característico del norte del Líbano. Únicamente vivió cincuenta años. Murió sujetando entre sus manos la imagen de la Virgen María, y sus últimas palabras fueron: "Oh Virgen María, entre tus manos, yo deposito mi alma". Al igual como sucedió posteriormente con la muerte de San Chárbel, mucha gente observó después del fallecimiento del padre Al Hardini una luz celeste que iluminó la celda donde se encontraba el cuerpo, y un aroma agradable permaneció durante horas en el recinto.

Después de un tiempo, los monjes abrieron la tumba del Padre Nimatullah y se quedaron maravillados al encontrar su cuerpo intacto sin haberse corrompido. A partir de 1864, con el consentimiento de las autoridades eclesiásticas locales, los peregrinos pudieron visitar la tumba y mirar su cuerpo incorrupto. Sorprendentemente, en el año de 1927, cuando se comienza a estudiar la vida del Padre Nimatullah Al Hardini, para presentar a Roma la causa de su beatificación, el cuerpo empieza a descomponerse. Actualmente, ha sido transferido a una pequeña capilla en donde puede ser visitado.

Desde hace muchos años, me ha tocado conocer a varias personas con enfermedades de la sangre, que por desgracia han sido mortales. He sufrido al verlas y he compartido el dolor de su familia que intenta mantenerlos con vida, a pesar de que se dan cuenta que la existencia se les escapa de las manos.

Si en esta vida quisiéramos experimentar la serena paz del paraíso, debemos esforzarnos en practicar un intercambio amoroso, humilde y familiar con Dios. No es aconsejable intentar llevar la carga de las penas, y el dolor mental, sin la ayuda Divina, ya que su peso es más de lo que podemos soportar. La más efectiva y sencilla de todas las recetas contra el sufrimiento que provoca cualquier enfermedad - incluso las graves, es estar y permanecer bajo la presencia de Dios.

"¿No sabes tú, no has oído, que Yavé es Dios eterno, creador de los confines de la tierra? No se fatiga ni se cansa, insondable en su inteligencia. Él da vigor al fatigado y multiplica las fuerzas del débil. Y se cansan los jóvenes y se fatigan, y los jóvenes llegan a flaquear; pero los que confían en Yavé renuevan las fuerzas, echan alas como de águila, corren sin cansancio y caminan sin fatigarse" (Isaías, 40: 28-31).

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