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Más presión sobre el peso

SALVADOR KALIFA

El precio del dólar en el mercado interbancario sorprendió a muchos la semana pasada, cuando entre el jueves y el viernes subió 1.3 por ciento, pasando de 15.53 a 15.71 pesos. Algo similar ocurrió con otras monedas latinoamericanas, como el real brasileño y el peso chileno, pero en este último caso el cambio porcentual (0.9) fue menor al ocurrido con nuestra divisa.

El movimiento en la cotización de la divisa estadounidense en nuestro país se debió, esencialmente, a los buenos datos de empleo en Estados Unidos (EU), que se dieron a conocer ese viernes, y que volvieron a revivir las expectativas de una primera alza de la tasa de los fondos federales tan pronto como el mes de septiembre.

Este comportamiento no es una novedad. Cada vez que las noticias económicas en EU son buenas, los mercados reaccionan apreciando al dólar, lo que en nuestro caso poco a poco ha subido el "piso" del cual inicia la siguiente ronda de depreciación del peso.

El sobresalto del viernes ya pasó y en estos días nuestra moneda ha recuperado algo del terreno perdido frente al dólar, pero esta divisa todavía se mantiene por encima de los 15.40 pesos, nivel que pareciera constituirse como la base para su próxima alza.

Este panorama es muy diferente al que planteó el gobernador del Banco de México (Banxico), Agustín Carstens, en diciembre pasado, cuando afirmó que nuestra moneda estaba subvaluada y que el precio del dólar pronto bajaría de 14 pesos. La realidad es que cada día se aleja más la posibilidad de que su precio pudiera regresar por debajo de los 15 pesos, lo que abre la puerta para la aparición de presiones inflacionarias en el futuro próximo.

En ese contexto me asombra la complacencia de Banxico, que no ve como un peligro inminente el traspaso de la depreciación del peso a precios internos. Es cierto que en estos meses la inflación se ubica por debajo del 3 por ciento, pero mientras nuestras autoridades ven esto como una pauta futura, yo la considero como un fenómeno pasajero que se revertirá durante el otoño.

Ese peligro potencial no parece preocupar a Banxico, que en su reunión del jueves pasado mantuvo su tasa de interés de referencia, al tiempo que mostró una confianza enorme de que la depreciación del peso no repercutirá sobre la inflación, que sigue viendo por debajo del 3 por ciento este año y en ese nivel para el próximo.

El problema es que la caída del peso no ha terminado y pudiera exacerbarse, en lo inmediato si se agrava la situación en Grecia, y al cierre del año si, como ahora se especula, la Fed sube la tasa de los fondos federales en septiembre.

En este segundo caso, la decisión de Banxico de esperar primero el alza de tasas de interés en EU antes de elevar las tasas internas es muy probable que contribuya, en su momento, a una depreciación adicional del peso, llevando la cotización del dólar por encima de los 16 pesos.

La paciencia que ha demostrado nuestro instituto central al mantener su tasa de referencia pone en evidencia su convicción de que podrá reaccionar ante la primera alza de tasas en EU de una manera ordenada y de acuerdo a su calendario de reuniones, pero me temo que ese no será el caso.

Me parece que lo más probable será que, al subir las tasas de interés en EU, se depreciará el peso y obligará a la Comisión de Cambios (Comisión) y a nuestras autoridades monetarias a adoptar medidas de emergencia, para detener la caída de nuestra moneda y evitar que se modifiquen las expectativas inflacionarias.

La Comisión aumentará el monto y la frecuencia de la venta de dólares, mientras que Banxico tendrá que elevar su tasa de referencia, primero en el mismo orden de magnitud que el alza del Fed, y luego, cuando vea que eso no es suficiente para estabilizar el precio del dólar, acabará por incrementarla en montos superiores a los que ocurran en EU.

Eso, por lo menos, es la lección que se deriva del comportamiento de los bonos gubernamentales a 10 años en EU y México. En efecto, del primero de febrero al 5 de junio de este año los de EU subieron alrededor de tres cuartos de punto porcentual, mientras que los de nuestro país lo hicieron en más de un punto porcentual.

Está por verse si esos esfuerzos, cuando se apliquen, serán suficientes para evitar que la inflación rebase la meta del 3 por ciento en 2016. En lo particular, dudo mucho que ese sea el caso.

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