Shakespeare imaginó a su Julieta, la hermosa hija de los Capuleto, con 13 años de edad cuando su madre le dice que ha llegado el momento de escoger un marido. Aunque Lady Capuleto es presentada como una mujer preocupada por el bienestar de su hija, hoy habría sido encarcelada por promover el abuso de una menor.
Los tiempos han cambiado. La definición de niño ya no es la misma. La infancia se ha prolongado. Durante milenios los niños empezaron a trabajar a los ocho o nueve años. A los 13 o 14 eran adultos. Hasta la fecha el Bar Mitzvah judío a los 13 marca el momento en que un joven se convierte en sujeto de la ley. La soldadesca en tiempos de guerra solía estar formada por jóvenes de 15 a 17 años. "El Ponchis", el sicario morelense de 14 años, no se habría sentido fuera de lugar en los batallones de la antigüedad.
Las mujeres del Medievo o el Renacimiento eran desposadas a la edad de Julieta. Lucrecia Borgia contrajo nupcias con Giovanni Sforza a los 13 (todavía hoy en las comunidades indígenas mexicanas las familias casan a sus hijas a esa edad). El promedio de vida, es verdad, era más corto. Lucrecia murió a los 39 a pesar de que su posición y riqueza le garantizaban los mejores cuidados y tratamientos médicos. Quizá por eso los jóvenes de 14 o 15 eran considerados adultos con todos los derechos y obligaciones. Se vivía con prisa.
La situación no era muy diferente en los tiempos bíblicos. David, el pastor, el más pequeño de los hijos del efrateo Isaí, tenía de 15 a 17 años. Llevó alimentos a sus hermanos al valle de Ela donde Saúl y los israelitas preparaban una batalla contra los filisteos. El enorme Goliat salió a retar a cualquier israelita a un combate singular. David no le tuvo miedo. Con una honda le clavó una piedra en la frente y el gigante "cayó sobre su rostro en tierra" (1 Samuel 17:49). Con el tiempo David se convertiría en rey de Judá y gobernaría por décadas. En su vejez tuvo esposas menores de edad, lo cual no le impidió ganarse el respeto de su pueblo. Hoy David habría sido encarcelado. Lo mismo le habría ocurrido a Sócrates, el filósofo ateniense que gozaba la compañía de discípulos adolescentes.
La mayoría de edad se ha movido a los 18 años. En Estados Unidos se permite a los jóvenes de esa edad ser soldados y matar pero no beber alcohol, para lo cual deben esperar hasta los 21. La idea es que los menores no pueden tomar sus propias decisiones. En México una chica como Alondra Luna pudo ser sustraída por la fuerza de su escuela, su familia y su país porque el sistema judicial considera que a los 14 una mujer no tiene capacidad de decidir. Las penas de cárcel que se aplican a quien permite que un menor ingiera una bebida alcohólica son también producto de la idea que un joven no puede pensar por sí mismo.
Desde siempre los jóvenes han comenzado su actividad sexual en la adolescencia. La clandestina noche de amor de Julieta con Romeo en la residencia de los Capuleto no era una excepción. Pero hoy ese amor es un crimen que se castiga con cárcel.
Las sociedades contemporáneas han querido alargar la niñez más que en cualquier momento de la historia. Es quizá un acto de buena voluntad, pero como bien saben quienes conviven con adolescentes no comprende ni la capacidad de decidir de los adolescentes ni su indómita resistencia al control de los adultos.
Hoy es día del niño y los festejaremos con alegría. Pero debemos entender que muchos de quienes consideramos niños fueron vistos como adultos a todo lo largo de la historia.
REFORMA DEL DF
Los diputados se negaron ayer a aprobar al vapor la reforma del Distrito Federal. La verdad es que esta reforma no ataca ninguno de los problemas reales de la ciudad, que van desde las marchas y los bloqueos al creciente ambulantaje pasando por el pésimo transporte y las dificultades para realizar inversiones productivas. Ninguno de esos problemas se arregla con esa reforma.
Twitter: @SergioSarmiento