El 27 de octubre de 1807 se firmó el tratado de Fontainebleau entre España y Francia. Por él estas naciones buscarían ocupar militarmente y luego repartirse a Portugal, nación aliada de Inglaterra en guerra con el Imperio de Napoleón. Una de sus cláusulas comprendía el derecho de tránsito de las tropas francesas en territorio español. Aprovechando esta circunstancia, los franceses ocuparon gran parte de España con la complacencia del débil monarca español Carlos IV, una simple y endeble marioneta, incapaz de gobernar, incluso de pensar por sí mismo y cuya única gracia era tener una hermosa esposa: María Luisa.
Esto provocó el enojo de los patriotas españoles que se rebelaron y el príncipe Fernando, heredero al trono, determinó derrocar a su propio padre. Su intento fue fallido y en el llamado "Proceso del Escorial". Fernando traicionó a sus aliados y pidió perdón público a su padre para salvar su derecho al trono. Ese príncipe infiel a sus amigos, quien más tarde se convertiría en Fernando VII, fue al que Miguel Hidalgo proclamó el 16 de septiembre de 1810. En marzo de 1808, ambos reyes quisieron abandonar España, pero antes de lograr su cobarde huida, el pueblo se levantó en el denominado "Motín de Aranjuez" y obligó a Carlos IV a abdicar en su hijo Fernando VII. Napoleón aprovechó esa lucha fratricida; tomó a ambos reyes prisioneros y nombró a su hermano José como rey de España.
Ante esta invasión gala, ya sin autoridades reales, el pueblo español se rebeló contra la ocupación que contaba con el apoyo de los sectores privilegiados españoles que actuaban contra la misma ciudadanía. El 2 de mayo se produjo la primera revuelta y la respuesta fue una dura represión de los soldados franceses contra los amotinados; la sublevación se incrementó y se extendió bañando en sangre todo Madrid. Al día siguiente el mariscal francés llevó a cabo el fusilamiento de cientos de civiles que habían sido capturados con las armas en las manos.
A partir de ese momento y por los siguientes tres años, el levantamiento contra los gabachos partió de las clases populares. Primero fueron motines espontáneos, pero a lo largo de los meses su reiteración y su rápida expansión por la península involucró a casi todos los españoles que entregaron vidas y haciendas para obtener su libertad. Lo más destacado de la lucha fue que lo hicieron sin contar con autoridades centrales, lo realizaron ciudadanos comunes, sin títulos nobiliarios ni gubernamentales, comprometidos con su comunidad y el futuro de su nación.
Al leer muchos correos electrónicos; bastantes mensajes en las redes sociales; manifestaciones populares en el grito o desfiles y en pláticas con amistades, me impresionó la cantidad de personas que comentaban "Cuál independencia"; ¿Qué estamos celebrando?: "Nada" y debo reconocer, esas ideas y pensamientos me embelesaron y casi convencieron; me puse a analizar situaciones diversas y coincidían con ese sentimiento:
Los cientos de jóvenes que se mostraron iracundos gritando "asesino" en el zócalo de México durante el desgarbado grito del ejecutivo federal y que luego fueron reprimidos y encarcelados. Un presidente de la república tembloroso, sin personalidad, acompañado de su esposa e hijas enfundadas en costosísimos vestidos que seguramente fueron adquiridos con nuestros impuestos, ya que no creo que, después de la "casa blanca" aún queden recursos de las telenovelas. Ese fue sólo uno de los argumentos que me hervían en la cabeza, luego a nivel local la voracidad o desesperación por la recaudación de impuestos vía predial reajustado, o pagos exagerados a SIMAS; los embargos a casas por la desaparecida Junta de Mejoras Materiales de Torreón y hasta las multas por saleros a diversos restaurantes de la ciudad, Me convencía que, efectivamente, los coahuilenses somos hoy más esclavos que en 1810; vivimos en un estado que debe casi cuarenta mil millones de pesos (capital más intereses), lo cual debemos pagar hasta con sangre, mientras los gobernantes, en vida con lujos increíbles, siguen pidiendo créditos, como Torreón, otro más esta semana y sigue sumando deudas.
Por otro lado, es terrible soportar la publicidad del Gobierno federal que nos quiere obligar a creer en reformas estructurales fallidas, como la educativa no la quieren los profesores que sí saben de enseñanza y la energética que ha provocado que paguemos más en el recibo de luz; y si no, vea el de su casa. Con ofertas impúdicas de licitaciones del petróleo que ofenden a la nación; antes dueña de los hidrocarburos y hoy prostituta que los entrega sin condiciones.
En el ámbito no gubernamental, el mexicano se revuelca en préstamos bancarios que nos hacen siervos. Se le lava el cerebro con mercadotecnia que nos esclaviza a modas y estilos; televisoras que nos avasallan a noticieros falsos y telenovelas donde los buenos son los ricos y poderosos y los demás somos tontos. Donde se festina el "No ver la viga en el propio ojo y criticar la paja en el ajeno" como las justificaciones del problema de México y Egipto.
Entendí plenamente que la corrupción y la impunidad son cadenas más oprobiosas que el colonialismo virreinal. La mayor parte de nuestros Ideales arrebatados por el viento del dinero y del poder.
En eso estaba cuando recordé un editorial del lunes pasado, aquí mismo en El Siglo de Torreón, que nos invitaba a la reflexión y entonces me atreví a pensar que en el siglo XXI la independencia ya no es de naciones o regiones. Ahora es de la sociedad que busca su independencia de la opresión de estados como Coahuila, donde solamente existe la voluntad del ejecutivo con un congreso comparsa y un judicial complaciente.
Reflexiones que más allá del México rosita, alegre y sin sombras de las cadenas televisivas nacionales, para quienes nada pasa en el país y son los más típicos ejemplos de dominación; existe la lucha por la emancipación de muchas Organizaciones de la Sociedad Civil que actúan como grupos libertarios, conducidas por líderes políticos y sociales honestos. Ejemplos viriles son varios: "Laguna yo te quiero" quien se apresta en breve a su tercera jornada cívica; "Participación Ciudadana 29"; "Consejo Cívico de las Instituciones" que se atreve a demostrar que los asesinados no son "incidentes residuales" sino seres humanos sacrificados; "Renacer Lagunero"; "Prodenazas"; "Laguneros de corazón" y varias más que se escapa en este momento su nombre, pero que luchan por la independencia de la ciudadanía.