Parece irónico que los mismos grupos políticos que cuestionaron la elección de Luis María Aguilar como presidente de la Suprema Corte, ya que dijeron que era un "simple juez de carrera" y no un activista con "creatividad jurisdiccional", hoy se opongan a la candidatura de Eduardo Medina Mora como nuevo ministro porque temen, precisamente, que como ministro trate de imponer su visión particular de la ley.
Alguna virtud debe tener Medina Mora que ha logrado trabajar para tres gobiernos radicalmente diferentes de dos partidos distintos. Vicente Fox lo tuvo primero en el Cisen para después nombrarlo secretario de seguridad pública. Felipe Calderón lo designó procurador general de la república y después lo mandó a Londres como embajador. Ahora Enrique Peña Nieto, que lo designó primero embajador en Washington, lo ha propuesto para ministro de la Corte. Algo han visto en él estos tres presidentes.
Quizá eso mismo lleva hoy al rechazo de grupos políticos que se han opuesto a estos tres presidentes. "No podemos hacer oídos sordos a miles de voces de la sociedad que se encuentran indignadas", dijo la semana pasada la vicecoordinadora de los senadores del PRD Dolores Padierna. "¿Cómo va a ser ministro alguien que en lugar de acatar la Constitución la violenta?"
Nadie que haya ocupado los cargos que ha tenido Medina Mora, y en particular el de procurador general, la posición más difícil en el gobierno, estará exento de objeciones y protestas. Pero no son estos cuestionamientos politizados los que me preocupan sino la composición de la Corte.
Estoy convencido de que nuestro máximo tribunal debe tener una clara mayoría de ministros de carrera judicial. Es saludable contar con algunos con otra experiencia, por ejemplo académicos, como es el caso de Arturo Zaldívar y de José Ramón Cossío, lo cual añade diversidad a la Corte. También debe haber alguno con experiencia en ramas especializadas del servicio público, como Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, quien fue jefe del Sistema de Administración Tributaria, aunque paradójicamente se le asignó a la primera sala, la penal, para que no tuviera que excusarse en casos que él mismo había promovido desde el SAT.
Sin embargo, creo que en la Corte deben prevalecer los ministros con carrera judicial. Una de las grandes virtudes de la reforma de 1994, la que impulsó Ernesto Zedillo al inicio de su mandato, es que creó un tribunal más independiente y más profesional. Regresar a la designación de ministros por razones políticas es un paso atrás.
Toda la discusión sobre el nuevo ministro se ha centrado en Medina Mora. Los nombres de los magistrados Felipe Alfredo Fuentes Barrera y Horacio Hernández Orozco no significan nada ni para la clase política ni para la mayoría ciudadanos. Pero eso es positivo. Un juez de carrera debe llevar una vida discreta y juzgar conforme a la ley. Esto nos da certeza a todos.
Los grupos políticos que promueven el activismo judicial lo aceptan sólo cuando beneficia a sus intereses o a sus ideologías. Se escandalizan, en cambio, cuando los jueces se muestran creativos en contra de lo que ellos piensan. Por eso es mejor tener un sistema en que los legisladores legislen, los gobernantes ejecuten y los jueces interpreten las leyes sin tratar de modificarlas. Ése es el espíritu de la división de poderes de nuestro sistema político.
No conozco los méritos relativos de los magistrados Fuentes Barrera y Hernández Orozco. Pero pienso que los senadores deben dejar de lado el estéril debate político sobre Medina Mora para elegir entre estos dos jueces de carrera al nuevo ministro de la Suprema Corte. Los nombramientos políticos en la Corte deben ser una excepción y no la regla.
CONTRA LAS CUOTAS
La mujer no sólo es igual sino superior al hombre. No necesita cuotas para destacar en la política, la economía o la sociedad. Las cuotas son un insulto a la mujer. Lo único que requieren las mujeres es que no les pongan obstáculos artificiales.
Twitter: @SergioSarmiento
