Murió Don Juan y fue al Cielo.
Había pecado mucho, es cierto, pero había amado más, y ésa fue su salvación.
San Pedro, el portero celestial, lo dejó entrar de mala gana. Él no había vivido la vida plenamente, y los que han vivido así sienten envidia y celos de quienes han sabido vivir con plenitud.
Sucedió, sin embargo, que pocos días después Don Juan desapareció. El apóstol de las llaves lo buscó inútilmente por todas las salas de la morada celestial. Desesperaba ya de hallarlo cuando pasó frente a la puerta de la sala donde estaban las Once Mil Vírgenes. No lo sabía San Pedro, pero eran ellas las que habían secuestrado a Don Juan.
Entonces San Pedro oyó estas palabras:
-Once mil.10 mil 999. 10 mil 998. 10 mil 997. 10 mil 996.
¡Hasta mañana!...