Don Juan, de 70 años, solía pasar las tardes en su sillón frailero.
No leía. Tampoco meditaba o recorría las cuentas del rosario. Sólo perdía la mirada en el jardín de las rosas desvaídas y las hojas que se pintaban de crepúsculo.
¿Qué hacía Don Juan? ¿Soñaba acaso? No. A su edad es difícil tener sueños. Recordaba. A sus años es fácil el recuerdo.
De pronto le aparecía en los labios una sonrisa suave. Es que le había llegado a la memoria la memoria de un instante feliz, aquel en que dio gracias a la vida por la vida.
Todos los recuerdos de Don Juan tenían forma de mujer. Y tenían también nombre femenino: Laura... Elvira... Inés... De lo demás no se acordaba. Y decía:
-El amor es hermoso. Pero más bello aún es el recuerdo del amor.
¡Hasta mañana!...