EL DIABLO SE ABURRÍA
Desde hacía mucho tiempo nadie se ocupaba de él. Sólo en diciembre alguna copia suya aparecía en las pastorelas de la Navidad, y ni siquiera a los niños asustaba ya. Se había convertido en una inofensiva estampa de la lotería. Si alguien le hubiese dicho: “Vade retro!” no habría recordado lo que significaba esa expresión.
¿Qué fue de los felices tiempos en que los hombres le vendían su alma? ¿Dónde estaba el viejo joven Fausto para que diera fe de su existencia? Desaparecieron aquellas novicias de color de rosa en las que ponía espanto o vagos deseos nocturnales, y ya no había anacoretas o eremitas para atormentarlos con la tentación de la mujer.
Se aburría el diablo. Ya nadie creía en él; nadie lo mencionaba ya.
De pronto un diablo amigo llegó presuroso y excitado. Le dijo lleno de entusiasmo:
-¡Mira! ¡Saliste en el periódico! ¡El Papa habló de ti!
¡Hasta mañana!...