Este rosal da rosas muy pequeñas. Sus flores se tiñen de un rojo tenue por el rubor que el rosal siente al comparar sus rosas pequeñitas con las pomposas rosas que los demás rosales dan.
Y, sin embargo, el perfume de estas rosas tan niñas es más intenso y grato que el de las rosas grandes. Su aroma y su hermosura, añadidos a la brevedad de su vida -duran apenas dos, tres días- merecerían un soneto de Góngora o Sor Juana. Para las otras rosas, las soberbias, una frase de Gertrude Stein sería más que suficiente.
No quiero rebajar a estas pequeñas rosas al nivel de la moraleja, pero pienso que si las cosas pequeñas, y la pequeña gente, dan lo mejor de sí, eso las hace grandes. De la humildad derivan más bienes que de la vanidad.
Lo que estoy diciendo, sin embargo, es moralina, y no va con la belleza de las rosas de este rosal. Sus flores se han puesto ahora más rojas, seguramente por el enojo de haber sido utilizadas para sacar de ellas una lección moral.
¡Hasta mañana!...