En la oscuridad del cine el niño se angustiaba. El villano de la película había apresado a la novia del héroe. Después de atarla de pies y manos la había puesto sobre las vías del ferrocarril. Se oía ya cercano el silbido de la locomotora. Seguramente la muchacha iba a morir. El malvado, con sonrisa siniestra, se atusaba el bigote. ¡Y el héroe no llegaba!
Sentado en el filo de su asiento el niño se asía a la butaca de adelante, tenso. Entonces su hermano mayor le ponía una mano en el hombro y le decía en voz baja:
-No te apures. Todo va a salir bien.
Nunca dejamos de ser niños. Jamás dejamos de estar sentados en el filo del asiento, temerosos ante las dificultades y quebrantos de la vida. Necesitamos entonces un hermano mayor que nos diga que todo va a salir bien.
Lo tenemos. Y siempre nos lo está diciendo.
¡Hasta mañana!...