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MIRADOR

ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

El color rojo estaba muy orgulloso de ser el color rojo. Cuando a los hombres se les preguntaba: "¿Cuál es tu color favorito?", 9 de cada 10 respondían: "Es el rojo".

Así pues el color rojo, soberbio, hizo la guerra a los demás colores y acabó con ellos. Ya no hubo otros colores más que el rojo. El cielo era rojo, y roja la hierba de los campos. El agua de los ríos y del mar se volvió roja. La tez misma de los hombres se pintó de rojo. Algunas cosas, naturalmente, no cambiaron de color. La sangre, por ejemplo, o el Mar Rojo. Pero casi todo enrojeció.

Aquello, la verdad, fue muy monótono. La mujer amada te miraba con ojos colorados, como de conejo, y eso no tenía nada de poético. La hermosísima canción llamada "Ojos cafés" perdió su original belleza. "Me miré en el fondo de tus ojos rojos...". Ya no sonaba igual.

El color rojo se dio cuenta del grave error que había cometido. Pretender que todos sean como tú constituye una equivocación tremenda. No sólo debemos admitir o tolerar las diferencias: debemos reconocer que sin ellas el mundo sería feo y aburrido. El rojo, pues, dio marcha atrás, y otra vez hubo cosas azules, y verdes, y amarillas.

Y colorín colorado -y azul, y verde, y amarillo- este cuento está acabado.

¡Hasta mañana!...

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