En el sueño te me apareces, perro mío, y es como si se me apareciera un ángel
Siempre he pensado, Terry, que los perros son ángeles que se disfrazan para no ser reconocidos. Algunos, es cierto, adoptan la ferocidad del hombre. Son ángeles a quienes los humanos convierten en demonios. Pero en el fondo tienen la mansedumbre y la bondad que hacen del perro, de cualquier perro, un reflejo perfecto del amor de Dios.
Yo no fui tu señor, Terry: Fui tu amigo. Y tú no fuiste mi perro: Fuiste mi ángel. Yo te enseñé algunos trucos. Tú me enseñaste la sabiduría de la lealtad, la nobleza, la amistad sin condiciones. Me diste tu alegría de joven y tu serenidad de viejo. Entre los ángeles que llenan mi cielo, Terry, tu recuerdo es el más angelical.
¡Hasta mañana!...