San Virila salió de su convento para ir al pueblo a pedir la limosna de los pobres. Atravesaba el campo cuando se desató una tempestad que el Señor tenía atada. Cayó un rayo y fulminó al pequeño pastor que cuidaba sus ovejas en el prado.
El frailecito corrió hacia él y se afligió al ver que el niño estaba muerto. Alzó la vista San Virila al cielo y dijo con voz de reproche:
-Señor: Mira lo que hiciste con tu rayo. ¿No podrías recogerlo?
En ese momento el rayo que había caído se elevó de la tierra hacia la altura y se perdió entre las nubes. Con eso el pastor volvió a la vida.
Otra vez San Virila se dirigió al Señor. Le dijo:
-Perdona, Padre, la pregunta. Y gracias por la respuesta.
¡Hasta mañana!...