Estoy ahora en el lobby del hotel Las Brisas, de Huatulco, esperando la transportación al aeropuerto.
El amable gerente del hotel, Philippe Filhol, ha salido de su oficina a preguntarme si fue grata mi estancia ahí -lo fue-, y ver si algo se me ofrece. A ese hora de la mañana lo que más se me ofrece es un café.
Poco después llega un hombre joven que lleva en los brazos a un bebito. Se sienta a mi lado en el sillón.
Le digo:
-Lo felicito. ¡Qué bien se ve con su hijo!
Responde con sonrisa de orgullo:
-Es mi nieto.
Me explica que se casó muy joven, y su hijo mayor se casó más joven aún. Por eso fue abuelo a los 40 años. Lo felicito más. Le auguro la dicha que don Quijote vaticinó a su escudero: "En los últimos pasos de la vida te alcanzará el de la muerte en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros netezuelos."
¡Qué felicidad! Puesto ya en literaturas me llega la memoria de un antiguo romance castellano: "¡Quién hubiera tal ventura sobre las aguas del mar!"
¡Hasta mañana..!