En la caverna los hombres estaban en tinieblas. Todos se habían acostumbrado ya a la oscuridad. Todos, menos uno. Ese hombre recordaba la luz, aquella luz que todos tenían olvidada, y anhelaba volver a verla alguna vez.
Una noche, en medio de las sombras, buscó dos piedras y un haz de yerba seca. Después de mucho afanarse consiguió por fin encender un fuego pequeñito que luego fue creciendo. A la luz de las llamas los hombres pudieron verse, y pudieron mirar la caverna en que se hallaban.
La fealdad de aquel lugar los asustó, y apagaron el fuego que el hombre había encendido. Todo volvió a quedar a oscuras.
Pero el hombre del fuego no ha olvidado el perdido resplandor. Lo lleva en su recuerdo, y con él sueña cuando duerme. Alguna vez volverá a encender su luz, aunque todos quieran vivir en las tinieblas.
¡Hasta mañana!...