Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que estuvo en la catedral de Chartres, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-La religión, cualquiera que sea, debería servir para religarnos, es decir, para unirnos más. Para unirnos no sólo con quienes comparten nuestra fe, sino aun con aquellos que tienen otra diferente. Las religiones, por desgracia, han servido más para separar que para unir. Cada una se proclama la única verdadera, y niega -y a veces persigue- a las demás. He llegado a pensar que en esas circunstancias quizá no conviene ser demasiado religioso. La mejor religión es la que predica el amor entre todos los seres humanos, sea cual sea su religión, la que invita al perdón, a la reconciliación, a hacer el bien a los demás. Una religión que no predique eso no es una religión verdadera.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...