DOÑA NACHA NO TARDA YA EN LLEGAR AL RANCHO.
Los manzanos están nomás queriendo, dice la gente del Potrero. Llenas de frutos, las ramas se inclinan hacia el suelo como llamando a los hombres para que les aligeren su carga. Este año hay mucha manzana. Dios fue bueno. Y la poda, los riegos, los fungicidas, los fertilizantes, las mallas contra el granizo, los calentadores y demás cuidados nuestros durante todo el año fueron buenos también.
Este es el tiempo en que doña Nacha hace acto de presencia. Llega de pronto -también así se va- con su hatillo de ropa y su bagaje de historias peregrinas de tesoros ocultos, espantos y bandidos generosos. Habla de las bodas que hubo en otras partes; de las muertes, sobre todo de las que ocurrieron con violencia; narra desaforados chismes de amores pecaminosos de ellos y ellas.
Cuando la vi por primera vez me pidió chamba. Le pregunté:
-¿Qué sabe usted hacer?
Muy seria contestó:
-Me dedico a la profesión más antigua del mundo.
Abrí la boca, sorprendido.
-Sí, -añadió con pícara sonrisa-. Soy piscadora de manzanas. Como Eva.
¡Hasta mañana!...