La jirafa no tuvo al principio aspecto de jirafa.
Era de cuello corto, como los otros animales.
Pero era curiosilla, y quiso ver lo que había al otro lado de la alta pared que circundaba el paraíso.
Entonces estiró el pescuezo, y lo estiró más, y más y más, hasta que pudo sacar la cabeza por encima de la tapia.
Le preguntaron con ansiedad las demás criaturas:
-¿Qué ves del otro lado?
Respondió la jirafa:
-Aquello es mejor que esto. Allá no hay muros.
Aquello fue lo último que alcanzó a decir. El Creador oyó sus palabras y le quitó la voz.
Y aquí está ahora la jirafa, muda y cuellilarga.
Pero a señas sigue diciendo que esto es mejor que aquello.
¡Hasta mañana!...