Me pregunto, Terry, amado perro mío, si tú me sueñas como te sueño yo.
Te miro en ese reino misterioso, el de los sueños, y me parece que no te has ido, que eres el mismo perro joven que compartió mi vida cuando era joven yo.
A veces caminamos por el bosque, o por el prado que llaman de los cedros, o atravesamos el arroyo de las aguas blancas bajo el radioso azul de la mañana. Otras veces descansamos a la caída de la tarde en la soledad del huerto, yo sentado en un tronco, tú a mis pies, y recordamos los dos nuestros recuerdos.
¿Me sueñas, Terry, como te sueño yo?
Suéñame, te lo pido, pues eso será promesa de que no me has olvidado. Nunca te olvido yo. Sigues conmigo. Tu ausencia se ha vuelto presencia para mí. Un perro como tú jamás deja a su señor. Se escapa de la muerte para estar con él. Estás conmigo. Eres mi perro. Nunca me abandonarás.
¡Hasta mañana!...