Jean Cusset, ateo con excepción de las veces que escucha música de Bach, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas como siempre- y continuó:
-El hombre se sobrecoge al contemplar la inmensidad del Universo. Ni con el más poderoso telescopio alcanza a ver todo lo que hay en esa infinitud. Se siente entonces pequeño y vulnerable.
Siguió diciendo Jean Cusset:
-Luego el hombre se contempla a sí mismo, y ve dentro de sí un inconmensurable abismo en el que no es capaz de penetrar. Otra vez queda sobrecogido y asustado. Y así vamos viviendo, entre dos infinitos: uno afuera de nosotros, el otro en nuestro interior, ninguno de los cuales somos capaces de abarcar. No nos sorprenda, entonces, el constante azoro de la criatura humana. Somos un tímido intento de respuesta entre dos preguntas que no podemos contestar.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...