El señor equis soñó.
En su sueño se vio frente a La Oficina de El Más Alto Funcionario del Estado. La puerta, enorme, estaba cerrada, y él debía abrirla. Tembloroso, no podía moverse. Sabía, sin embargo, que tenía que entrar. Si no lo hacía un castigo terrible iba a caer sobre él.
Reunió todas sus fuerzas y empujó la puerta. Se encontró en La Oficina, oscura, infinita. Al fondo pudo ver un escritorio. Fue hacia él. No había nadie. Entonces el señor equis supo la verdad: El Más Alto Funcionario no Existía. Era sólo una sombra en la cual estaban todos los Funcionarios del Estado, mayores y menores, y todos sus empleados. En Él estaban también los hombres del dinero y del poder. Todos juntos eran El Más Alto Funcionario del Estado.
El señor equis sigue en aquella oficina oscura, infinita. No sabe si está dormido o está despierto. Es el señor equis. Quizá todos nosotros, los que estamos de este lado del escritorio, somos también el señor equis.
¡Hasta mañana!...