Hu-Ssong les pidió a sus discípulos que le ayudaran a quitar las piedras del sitio en donde quedaría el jardín.
Uno de ellos, el menor, se empeñaba en mover por sí solo una gran piedra, y no lo conseguía.
-Maestro -le dijo a Hu-Ssong-. No puedo mover esa piedra.
-¿Ya usaste toda tu fuerza? -le preguntó el filósofo.
-Sí, -respondió el joven-. Apliqué toda mi fuerza y no logré moverla.
-Perdona -le dijo entonces el filósofo-, pero no creo que hayas usado en verdad toda tu fuerza.
-¿Por qué dices eso, maestro? -se confundió el muchacho.
-Porque a nadie le has pedido que te ayude. Muchas veces nuestra fuerza mayor estriba en reconocer nuestra debilidad, y en tener la humildad de pedir la ayuda de otros.
El alumno entendió lo que decía Hu-Ssong. Dejó a un lado su orgullo y les pidió a sus compañeros que le ayudaran. Así, con todas sus fuerzas -la suya y la que le dieron los demás- pudo mover la piedra.
¡Hasta mañana!...