Cuando Eva dio a luz a su primer hijo todas las criaturas se acercaron a ver al recién nacido.
También acudió el Creador. Deseaba contemplar aquella nueva maravilla. En los brazos de su madre el niño parecía un capullo brotado del rosal.
-¡Qué gran prodigio! -exclamó con embeleso el Señor mirando a aquel pequeño.
-¿Cómo puedes decir eso, Señor? -se apenó Eva-. ¡Tú, que eres el autor de todos los prodigios!
-Mayor es el que tienes en los brazos -le contestó el Señor-. Yo solamente hice un universo. Tú hiciste un niño.
¡Hasta mañana!...