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Mitos y fundamentalismos

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

En la historia de la humanidad han surgido etapas en las que se generan creencias que son mitificadas, algunas de ellas han pretendido ser fundadas en la invocación de deidades, de aspiraciones mesiánicas, de superioridad racial, de diferencias sociales o de otros motivos, mas no razones, porque todos los "ismos" que se le agregan a las denominaciones terminan por ser justificaciones que un grupo o sociedad usa para dominar o sobreponerse a otros.

No son racionales porque la racionalidad, al menos aquella que nos aportó Aristóteles con su Tratado de Lógica y demás sucesores, fue elaborada para organizar las ideas y posibilitar la convivencia humana más allá de los instintos o el sentido común (y aún éste tiene cierta lógica, porque construir un buen juicio con base en la experiencia también se estructura con base a premisas y conclusiones), no para justificar la sujeción entre unos y otros.

Desde el surgimiento de las primeras formas de civilización y, curiosamente durante el desarrollo de éstas, se han creado esos mitos y quizá donde primero surgen fue en marcar diferencias entre sectores o agrupamientos sociales que les distinguían por linaje, rol o estatus social, poder económico, militar y político, o creencias religiosas, llegándose a aceptar socialmente que los dignatarios, fueran reyes, monarcas o cualesquier otra denominación, eran descendientes de divinidades o, más lamentablemente, que en pleno siglo XXI países desarrollados del planeta como Japón o algunas naciones europeas, aún los reconozcan (cuando menos ya como personas de carne y hueso y no de descendencia divina o sangre azul).

Quizá el argumento que expresan para hacer creer en tales denominaciones (por cierto muy onerosas) sólo puede estar basado en una forzada racionalidad (que son símbolos históricos, que juegan un papel importante en el equilibrio de poder, que forman parte de la identidad de las naciones, etcétera), y digo forzada porque en la esencia de la naturaleza humana todo razonamiento que pretenda aceptar una conclusión que valide tales diferencias entre los individuos de este planeta se soporta en premisas falsas, por tanto son razonamientos falaces.

Contravienen las declaraciones que a la fecha se han elaborado sobre la igualdad y los derechos humanos, por ello son simple ideología.

En las naciones no monárquicas no podemos evitar realizar emulaciones con nuestros gobernantes, a pesar de que su proyección ante las sociedades emana de una elección que la mayor parte de los ciudadanos realizaron, pero al menos el juego democrático puede desplazarlos cuando los ciudadanos ejercen su ciudadanía, cuando observen que las formas de gobernar no corresponden con el interés que dicen representar; finalmente, todas las sociedades construyen símbolos temporales y estos son parte de la propia gobernabilidad democrática.

Uno de los grandes problemas que han derivado de estas creencias es que se han convertido en justificaciones de dominación invocando valores para ejercerla, llegando a ocurrir paradojas como la dictadura pinochetista en Chile, cuando al momento de que los chilenos habían decidido un gobierno libremente se da un golpe de estado que cancela esa libertad, o el caso soviético donde la dictadura estalinista acabó no sólo con su oposición socialista sino que rasgó irreversiblemente la imagen y credibilidad de la utopía socialista.

Los mitos también evolucionan hacia fundamentalismos cuando se invocan la posesión de verdades absolutas, y éstas se traducen en actos de conflicto sobre otros grupos o sociedades que divergen de ellos, tal es el caso de la Doctrina Monroe que en Estados Unidos se cultivó en la nueva nación para advertir al mundo que América era para los americanos, justificando el derecho de colonización sobre sus vecinos del sur y advirtiendo a las potencias europeas que se abstuvieran de hacer lo mismo con las otrora colonias españolas y lusitanas.

Un caso más preocupante fue el nazismo, con las alucinaciones de raza superior cuando los germanos durante el imperio romano eran parte de los bárbaros de europa; lo increíble es que convencieron al pueblo alemán de tal falacia y crearon un discurso colonizador que aspiraba a durar mil años, además de que le destrozó internamente.

Los fundamentalismos también hacen mella en las religiones al denegar entre sí la existencia de sus respectivas deidades; si bien cada grey tiene el derecho de profesar las creencias religiosas que quiera en tanto que éstas son una cuestión de fe, nadie lo tiene de imponerlas a los demás, y menos por la fuerza. Aunque es inevitable que se compita entre ellas, la libertad de creencia es un derecho inviolable de toda sociedad, y por ello la postura y las acciones que emprenden grupos como el llamado estado islámico no deja de ser un tipo de demencia religiosa que merece nuestra desaprobación.

En el marco de la historia de la tierra la humanidad ha emprendido un corto viaje, en el cual se ha diferenciado de otras especies al construir el pensamiento racional y civilizaciones, sin embargo, el comportamiento que ha adoptado en esos milenios tal parece que dista mucho de entender su propia naturaleza y dejar de destruirse entre sí o a su propio entorno natural. Es, por tanto, de presumirse que continuará construyendo mitos y fundamentalismos para justificar sus ideas y acciones, a los cuales debemos confrontar con la ideas que nos otorga el pensamiento racional o una cosmovisión que asegure nuestra permanencia en el planeta, porque finalmente es más válido construir nuevas utopías en ese sentido que fundamentalismos que nos destruyan.

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