Me llama tanto la atención que personas que sin lugar a dudas son brillantes, no alcancen a ver que en eso de la política los extremos se juntan y que, por tal motivo, lo mejor es no caer en posturas radicales. La idea de que los totalitarismos no sirven para nada es equivocada. Dichas posturas tienen una utilidad: mostrarnos el espacio disponible entre uno y otro extremo para desplazarnos en él de manera consciente y crítica. Me queda claro que conocer los límites es conveniente y hasta necesario.
Pero una cosa es el ejercicio intelectual de comprender la lógica que opera en cada uno de los extremos de la geometría política, y otra muy distinta establecer allí, el alguno de los límites, una residencia para morar de por vida, consumiendo de manera acrítica e irreflexiva todo discurso que se presente como propio de las derechas o de las izquierdas. Sin poner bajo cuestión los principios que sostienen cada modelo. Asumiéndolos como perfectos.
Aclaro que con lo anterior no quiero decir que está equivocado todo aquel que asume de manera firme una postura política. Por el contrario, creo que tal decisión es síntoma de madurez ciudadana.
No obstante, tal evidencia de mayoría de edad se desvanece en la medida en que, desde la postura elegida, se percibe como "tontos", "ciegos", "manipulados", etcétera, a aquellos que optaron por una decisión distinta. Esto es lo que mayoritariamente suele ocurrir en nuestra nación.
Que los partidos políticos jueguen con posturas maniqueas es de lo más normal, finalmente su negocio radica en demostrar cuán faltos de razón están quienes eligen otra opción, ganan y gastan muchos recursos haciendo tal tarea. Pero que los ciudadanos actúen de manera similar es de lo más lamentable. Y no obstante, tenemos que aceptar que esa es la forma en que hemos aprendido todos a hacer política y no hay nada más difícil de cambiar que un modelo cultural profundamente arraigado.
La fórmula que adquirimos se expresa en la frase: "si no es a mi manera, está equivocado", y desde esa lógica intentamos que el mundo cambie. Causa un enorme pesar que organizaciones de la sociedad civil, que en teoría persiguen un mismo propósito que está enmarcado por un cierto antagonismo contra la clase política gobernante, gastan gran parte de sus energías en obstaculizar a otras en su esfuerzo por ser reconocidas como "las primeras"; "las más importantes e influyentes; "las más grandes"; "las que mejor lo hacen". Centran su atención en cultivar protagonismos absurdos, al tiempo que obstaculizan el fin para elque fueron creadas.
Pero no lo ven así. Consideran que su lucha en contra de otrasorganizaciones civiles es justa. Que el trato privilegiado por el que pelean es merecido. En parte, al menos, es así porque están más concentrados en observar lo que las divide en vez de destacar aquello que las podría reunir. No toleran que otros "les ganen las ideas"; no aceptan que alguien más "se les adelante". Y, como en La Rebelión de la Granja de Orwell, terminan actuando de manera muy similar a la que emplean, en este caso, los partidos políticos o las autoridades.
El Colectivo por la Transparencia o la Red por la Rendición de Cuentas que aglutinan a varias decenas de organizaciones de la sociedad civil preocupadas por la opacidad y la corrupción en nuestro país, son ejemplos de que sí es posible trabajar de manera articulada, cuando se suprimen los protagonismos y se pelea por lo verdaderamente importante. Tristemente son excepción; y aunque debe haber otros casos, lo habitual es que cada quien "jale para su lado", aunque el gran propósito se frustre. Si Maquiavelo hubiese nacido en estas latitudes, no hubiera dicho "divide y vencerás", se habría conformado con afirmar "son mexicanos… sólo vence".