— J. L. Balmes
La sociedad mexicana en su conjunto, somos testigos del poco hábito de la lectura en nuestros niños y en nuestros jóvenes, pero no menos grave, es que seguimos constatando que no comprenden lo que leen.
Como docentes por ejemplo, podemos asegurar que a pesar de las múltiples investigaciones sobre la comprensión lectora y las innumerables estrategias que para lograrla se implementan, en la práctica no hemos alcanzado los resultados que se esperan.
A través de la observación basada en la experiencia docente, se puede afirmar que los alumnos asocian el proceso de lectura con el hastío y el aburrimiento; por un lado, por la falta en la variedad de los textos y por otro el desinterés, la poca utilidad que le encuentran y los hábitos rutinarios, que repercuten negativamente no sólo en el aprendizaje y en la comprensión, sino en una marcada abulia por leer.
El problema del fracaso de los alumnos, en la comprensión de los textos, se debe a que no ponen en juego los mecanismos básicos de aprendizaje mientras leen, no piensan mientras leen y no resuelven problemas mientras leen (Sánchez Miguel, 1993).
Para los docentes, la enseñanza de la lectura de comprensión implica la repetición de modelos tradicionales en donde la riqueza pedagógica se pierde ya que se ha observado que muchos docentes, desconocen que hacer respecto al aprendizaje de la lecto-escritura y la estimulación de la comprensión de textos, por lo que continúan utilizando métodos tradicionales e ineficaces.
El trabajo del profesor deberá pretender siempre, ir más allá de lo puramente lingüístico; de aquí la necesidad de incorporar el contexto sociocultural del alumno en la práctica de la comprensión lectora.
Perseguimos desde el inicio de los procesos educativos, formar generaciones de lectores críticos, autónomos, que asuman la responsabilidad por su proceso de lectura, que vayan más allá de recordar simplemente lo leído, que reúnan las características de los lectores competentes, que sean capaces de diferenciar lo importante en una lectura de lo que no lo es, que sepan hacer inferencias, que correlacionen, que sepan discriminar información; todo lo anterior requiere de un arduo trabajo conjunto entre profesores y padres de familia.
A los profesores nos corresponde, que desde el inicio del aprendizaje de la comprensión lectora, se despierte el deseo y el deleite por la lectura, que los estudiantes sean capaces de enfrentarse a cualquier texto en forma inteligente y proponer situaciones de producción que planteen a los alumnos el desafío de componer oralmente textos con destino escrito.
Otro aspecto no menos importantes es el de ofrecer estrategias prácticas y aplicables en donde la lectura, por ser un proceso constructivo e interactivo entre el lector y el texto, haga posible la participación de las estructuras cognitivas, los conocimientos y experiencias previas, la competencia lingüística, los valores éticos y la vida afectiva del lector.
Frank Smith, desde 1990 afirma: "En la lectura interactúa la información no visual que posee el lector con la información visual que provee el texto" y a partir de esa relación se construyen los significados. Es decir, la transacción de información del texto con la del lector es la base de la comprensión de lo que se lee.
El reto es que los docentes erradiquemos la promoción del aprendizaje memorístico y mecanizado que convierte a las aulas en espacios rígidos, en donde los estudiantes progresivamente van alejándose del campo de la lectura.
Los estudiantes, desde los niveles básicos, carecen de modelos de lectura, puesto que son muy pocas familias las que ofrecen un ejemplo de cultura lectora. Hemos detectado que de acuerdo a la dinámica familiar, los niños desde preescolar emplean una gran cantidad de su tiempo frente al televisor, en donde encuentran la información ya digerida, haciendo que el desinterés y la apatía hacia la lectura aumenten; además, sus ideas acerca de la lectura son influenciadas negativamente por comentarios de sus mayores, quienes ya muestran rechazo hacia la lectura.
A nivel de primaria, se suma el uso de la computadora e Internet como factores distractores, puesto que convierte a los niños en receptores pasivos de la información; por lo que, al trabajar en el aula, les es difícil cuestionarse y consultar en los textos información para la solución de problemas de su entorno.
Al llegar a la secundaria, los alumnos no poseen los hábitos ni los recursos necesarios para efectuar una reflexión sistemática, que les permita comprender las lecturas que se les presentan, generando con esto un ciclo viciado; ya no quisiéramos ahondar en los graves problemas que se tienen en bachillerato y en educación superior con los llamados "neófitos lectores".
Diariamente observamos cómo los niños y los jóvenes se van alejando de las situaciones de lectura; perdiendo el contacto, el interés y la curiosidad por ser agentes activos del cambio en su entorno, suscitándose una indiferencia generalizada hacia el acontecer de su cultura y su sociedad.
Agradezco sus comentarios a: rolexmix@hotmail.com