No se trata de vivir bien sino
Como a muchos, me enfadó la estulticia, la demagogia y la dilatación de los anuncios expelidos en las pasadas campañas políticas. En general adolecieron del trío de vicios que apunté arriba, sobre todo para mortificar a quienes nos acompañamos del radio y la tele abierta.
Principalmente la primera de las características, la demagogia, por inmediatista, me recordó una sentencia leída en alguno de los libros revolucionarios leídos en la juventud: “no se trata de vivir bien, sino de vivir de otra manera”.
La sentencia o más bien consigna -para quienes piensen con solidaridad humana-, puede parecer oscura, críptica, hermética, misteriosa, impenetrable. No lo es si decimos que el marxismo, desde los Cuadernos económico-filosóficos de 1844, se preocupa por desenajenar al ser humano, es decir, por regresarle su individualidad y su identidad.
Las campañas comiciales lo que proponían como gran atractivo era sólo satisfactores inmediatos. Ningún partido ofrecía lo que aquella consigna planteaba: vivir de otra manera, construir una sociedad distinta. Me sirvo de las promesas del llamado partido verde para ejemplificar.
El fantoche político conocido como partido verde ofrecía vales para obtener atención médica; unos fantasiosos “vales de primer empleo”; también, que en las escuelas sean obligatorias las clases de inglés y computación y que se proporcionen becas (beneficio ya en práctica).
Uso el ejemplo de ese partido porque -según la información de los medios de comunicación masiva- con su conducta violó reiteradamente las leyes. En un viaje en ómnibus a otra ciudad en marzo, al abrir la pantalla de internet lo primero que me salió fue propaganda del verde y, al llegar, los autobuses urbanos circulaban forrados por propaganda del mismo partido.
Ahora no es tiempo de ocuparse de la demagogia de aquellos ofrecimientos ni de las violaciones pero sí es pertinente decir que esas carnadas para pescar votantes fueron similares en la mayoría de los partidos y por tanto tienen como denominador común el escamotear al ciudadano sus intereses profundos, radicales, su necesidad de vivir de un modo distinto.
Aquí conviene volver a la, en apariencia, sibilina sentencia de que no se trata de vivir mejor sino vivir de otra manera. Supongamos que se hacen realidad las promesas de alguno de los partidos. Qué habría conseguido la ciudadanía. Tal vez vivir con unos pocos satisfactores más. Sólo eso.
Con vales, con internet para todos, incluso con mayores salarios etcétera seguiríamos viviendo esencialmente de la misma manera, es decir, sometidos a un Estado que funciona como instrumento de quienes se apropian del tiempo (del tiempo que es la vida) y las capacidades de quienes producen la riqueza y con ello el sustento del Estado. Me refiero a los trabajadores asalariados.
En fin, aclaremos, vivir de otra manera significa no vivir enajenados, no vivir enajenando, en los lugares de trabajo, parte de la existencia para producir riqueza que no tiene una justa distribución porque su mayor volumen pasa a poquísimas manos y el menor se distribuye entre muchos asalariados.
Los actuales partidos políticos no ofrecen eso ni podrán ofrecerlo porque atienden intereses que cimientan la sociedad actual. Ofrecerán, y tal vez hasta cumplirán, la promesa de “conquistar” para el pueblo migajas elementales como las anotadas antes.
Por ello la conclusión es que el pueblo necesita un partido político que lo represente, uno que le ofrezca la construcción de una sociedad en la que se trabaje, no como ahora, por un sueldo que permita obtener satisfactores elementales, sino trabajar para que la riqueza se convierta en caudal de bienes sociales.
Esto suena utópico, pero como dice Eduardo Galeano, vislumbrar y creer en la Utopía hace avanzar hacia ella.
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ENTRESACADO: Supongamos que se hacen realidad las promesas de alguno de los partidos. Qué habría conseguido la ciudadanía. Tal vez vivir con unos pocos satisfactores más. Sólo eso