El engaño y la violación de principios son dos factores que se practican como algo normal en nuestra sociedad y quienes practican estas formas, no tienen absoluta consideración por el daño que ocasionan a una comunidad. Este tipo de gente trabaja, se prepara, estudia para "tranzar", para engañar, para tomar ventaja y obtener una ganancia mediante maniobras prohibidas por la moralidad, algo que desconoce, o no siente, o que conoce pero no le importa. Es como un mecánico que engaña aprovechando el desconocimiento que tiene el dueño del vehículo, que muchas veces asegura que reparó el auto incluyendo la instalación de piezas nuevas, pero no fue así. Conocí a un joven cuyo oficio era robar -lo entrevisté en el penal de Torreón-y me decía que él se preparaba para desarrollar su oficio, consciente de que podría perder su libertad. Este joven, me platicó que corría en el Bosque Venustiano Carranza, cumplía con una estricta dieta alimentaria para mantenerse delgado y practicaba la contorsión, pues una vez que se metió a una vivienda, permaneció en el cesto de ropa sucia -doblado-- por espacio de 45 minutos, el tiempo que los policías lo estuvieron buscando… no lo encontraron, en esa ocasión la brincó, como dijo. Es muy atractivo violar principios porque eso nos produce ganancias rápidas de corto plazo, fáciles y personales, por eso el sentido común nos invita a violar principios, a echar mentiras, a hacer compromisos y no cumplirlos, incluso hacer compromisos cuando sabes que no los vas a cumplir, que no los puedes cumplir, a robar y más cuando perteneces a una sociedad donde todo lo dicho es lo común, donde violar principios es lo positivo y donde se considera que quien los viola es el listo o inteligente. No es desconocido o extraño que haya personas que laboran en el servicio público, presidencias o gobiernos y que trabajen y se preparen para "tranzar", planean una maniobra que les dejará jugosas ganancias, su capacitación e intensas horas de estudio y planeación, es para cometer el ilícito que perjudicará a una sociedad, que finalmente es lo que menos les importa. Es como cuando se anuncia cualquier programa social u obra de modernización en alguna colonia y quienes tienen en sus manos esa responsabilidad ven la oportunidad de hinchar sus bolsillos con dinero que pueden desviar. El escudo mayor con que cuentan estas personas, continúa siendo la impunidad, la protección que ellas mismas se brindan, la complicidad, y la seguridad que tienen de que nadie les hará nada porque ellas mismas son la autoridad. El caso de la deuda que tiene en la lona a los coahuilenses es un ejemplo claro de lo que aquí se platica. Sin duda alguna fue una estrategia planeada donde hubo cómplices y donde quienes lo cometieron estuvieron conscientes siempre de que no pasaría nada, no hay castigados, hay protección, hay desconfianza de la gente, como la que lleva su vehículo al mecánico con muchas dudas sobre lo que le dicen.
Por Martín Chávez
