ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
EL INDISCRETO ARTE DE REFORMAR Y ENLOQUECER
(CUADRAGÉSIMA PARTE)
Y así pues, se fue un año más de nuestro siglo, de nuestras vidas, de nuestras reformas, de nuestros personajes políticos favoritos, con nuevas prácticas y experimentos estresantes y enloquecedoras de nuestros nahuales locales o nacionales; un año más de nuestros endeudamientos personales, municipales, estatales y federales, y naturalmente un año más hasta del pago y la inversión de nuestros impuestos, pagados ya o todavía en ciernes, buscando la luz para completarlos y atravesar los sólitos trámites y obstáculos caóticos; impuestos que nos invitan al acostumbrado cuestionamiento sobre cual será su uso y su destino, no siempre claro, ni comprensible o transparente, en estos años cada vez más complejos y extraños en cuanto a sus manejos. Pero naturalmente, enfrentamos ahora un nuevo número, el 2015, que apenas vamos a conocer; un número de buenos o malos augurios, que sin embargo y a pesar de todas las negruras, intentamos mantener el optimismo y la esperanza, poniendo en práctica nuestras mejores defensas contra el estrés y las malas vibras, como una forma de mantener la fragilidad de nuestro equilibrio tanto en la salud física como en la salud mental. Es enero del 2015 y estamos intentando despertar, abrir los ojos, respirar profundo y deshacernos de esa especie de costra que nos asfixia, de esa cruda y de ese atontamiento e inercia tremendos que nos envuelve y nos abruma después de correr el maratón de Guadalupe-Reyes, un maratón en el que nos perdemos y nos disolvemos, porque es difícil ni siquiera reconocer quiénes somos, cuando es imposible pensar y aún menos reflexionar, puesto que todo lo llevamos a cabo en automático, simplemente a través de nuestras emociones a flor de piel por un lado, o de nuestras tarjetas de crédito por el otro, que actúan como prolongaciones nuestras, en ese trance entre locura y borrachera que nos invade, mientras seguimos atropellada e inconscientemente los ritmos acelerados de cualquiera de las multitudes que nos enganchan al cruzarse en el camino y que sin destino alguno se dirigen en todas direcciones. Y es así, que casi como zombies o medio robotizados nos dejamos arrastrar sin importar los objetivos o el destino, en esa especie de carnaval entre religioso y dionisíaco, entre cristiano y pagano, que se repite obsesiva y adictivamente año tras año, cada vez más estrepitoso y ensordecedor hasta finalmente dejarnos desgastados y exhaustos en todos los sentidos posibles, tratando de sobrevivir y de recuperar nuestras identidades, para regresar a ser nosotros mismos nuevamente, para regresar a nuestros trabajos, a nuestras posiciones y costumbres usuales en lo que suele ser nuestra cotidianeidad el resto del año, cuando no estamos embarcados en tantos puentes, festejos, días de asueto y festivales folclóricos o religiosos que abundan y marcan nuestro profuso calendario cultural mexicano.
Poco a poco, conforme vayamos despertando y regresando a la realidad de nuestras vidas, marcaremos nuevos objetivos para este año, ofreceremos una vez más nuestros sacrificios y penitencias en pos de una mejor existencia, a la vez que cándidamente seguiremos esperando que nuestros impuestos y las reformas y reformadores que los manejan, sean capaces asimismo de practicar reformas en sí mismos, en sus sólitos caminos torcidos para evitar ahuyentarlos de los bolsillos y las cuentas bancarias personales de nuestros nahuales, ya sea de aquellos que siempre están presentes y están inventariados en el sistema, al igual que de los otros, los que se fueron y que de todos modos los acarrearon de regreso para ser premiados impúdicamente cual leales hijos pródigos de las dinastías que nos manejan (Continuará).
