ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
EL INDISCRETO ARTE DE REFORMAR Y ENLOQUECER
(CUADRAGÉSIMA TERCERA PARTE)
Un colega perteneciente a nuestro capítulo local de esta asociación psiquiátrica, ha mantenido el entusiasmo, la paciencia y la constancia de abogar por la construcción de un hospital psiquiátrico en La Laguna, puesto que se trata de una región que conjuntamente alberga más de un millón de habitantes al considerar los municipios de Coahuila y Durango. Su proyecto, respaldado por nuestro grupo médico, ha sido presentado durante los últimos veinte años a cada una de las administraciones municipales y estatales en turno de ambos estados, que al igual que sucede siempre con ese tipo de proyectos, fue recibido después de los obstáculos y trámites usuales, fue escuchado y agradecido después de las sólitas promesas de campaña electoral, prometer, para luego guardarse y archivarse, sin que jamás se vuelva a saber de su paradero. En una región con tal densidad de población, se requiere definitivamente de un hospital psiquiátrico para atender las necesidades que día con día se han incrementado, especialmente en los últimos ocho años, después de los estallidos de estrés y de violencia que hemos vivido, y que permanecen todavía como una amenaza latente. Como se acostumbra en México, las capitales de los estados tienden a extraer y llevarse las mayores y más jugosas tajadas de impuestos, sea para obras que realmente se llevan a cabo en sus áreas correspondientes, pero a la vez para los bolsillos y cuentas de los altos y bajos funcionarios, como siguen sonando regularmente ejemplos ilustrativos en todo el país tanto en las noticias locales como las extranjeras. Desde hace muchos años, las ciudades de Saltillo y Durango cuentan con un hospital psiquiátrico oficial respectivamente, e incluso hasta la misma ciudad de Parras, lo cual jamás ha sido posible para Torreón, Gómez Palacio o Lerdo, a pesar de contar conjuntamente con una población mayor a la de estas capitales. Por lo mismo, para cualquiera de las urgencias psiquiátricas de los pacientes que requieren atención inmediata e internamiento en alguna institución de dicha especialidad, se tienen que improvisar otras medidas más complicadas, y obviamente más costosas para sus familiares. La salud tanto física como mental, representan otra de las enormes necesidades prioritarias que aquejan a nuestro país, a pesar de la existencia y del costo de los diferentes sistemas de atención a la salud pública que se han desarrollado a través de los años. Idealmente, el área de la salud que es tan costosa, requiere precisamente de presupuestos cada vez más altos enfocados a tales necesidades, para el mantenimiento físico de las instituciones, para el incremento de plazas de su personal, para la dotación adecuada de materiales necesarios, así como de medicamentos suficientes, para atender a una población que ha crecido y sigue creciendo vertiginosamente, sin que sus necesidades lleguen a ser satisfechas del todo, debido a los sólitos vicios de organización y funcionamiento de tales instituciones que también suelen anquilosarse bajo sistemas corruptos de un burocratismo petrificado. Tenemos actualmente en Torreón, el triste ejemplo del Hospital General local, uno más de esos proyectos anquilosados y congelados por años, al que todavía se le siguen dando largas para abrirlo, cuando nuestros impuestos deberían estar dedicados a solucionar tales problemas urgentes de salud, mucho más necesarios y urgentes que los conciertos callejeros. El caso de este hospital, me recuerda la inauguración hace varias décadas, de uno de tales hospitales en Gómez Palacio, cuyo cascarón finalmente se había construido después de muchos años, pero sin el equipamiento necesario, por lo que ante la inminente visita del Presidente de la República, se apresuraron a conseguir mobiliario y acarreados profesionales de toda la región para así poderlo inaugurar "decentemente", al estilo mexicano. Experiencias semejantes ilustran definitivamente los criterios oficiales sobre nuestras necesidades de salud en general, y el estilo en el que se invierten nuestros impuestos. Así podremos mantener un diálogo nacional sobre lo que significa la confianza actual en nuestras instituciones oficiales (Continuará).