ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
EL INDISCRETO ARTE DE REFORMAR Y ENLOQUECER
(CUADRAGÉSIMA OCTAVA PARTE)
Si no han visto Birdman, el último filme de González Iñárritu, valdría la pena hacerlo, a pesar de que no se trata de una historia fácil, ni telenovelera. En la última edición de los Oscares hace ya algunas semanas, Gónzalez Iñárritu sumamente emocionado y orgulloso por los premios que acababa de recibir como mejor director y a su mejor película, guión y fotografía, dedicó sus saludos a los habitantes de México deseándonos un mejor sistema de gobierno, así como a los mexicanos de nuestro vecino país, que han contribuido al desarrollo del país vecino.. No cabe duda que Birdman o también llamada "la inesperada virtud de la ignorancia", es un filme inteligente, corrosivo, inquietante, creativo y no muy fácil de comprender y descifrar en sus múltiples ramificaciones, que nos llevan en direcciones variadas y complejas. La historia de las celebridades y la efímera y nada consistente duración de su popularidad como semidioses modernos, es precisamente uno de los caminos principales que aborda el autor en su planteamiento. Birdman nos confronta con la dramática lucha de un idílico y avejentado exsuperhéroe, un personaje irreal y fantasioso nacido en las páginas de un cómic, quien se resiste a desaparecer y a perder ese codiciado título de celebridad hollywoodense con todos los niveles de magia, glamour y poder que le rodean bajo la fascinación de esa avasalladora imagen narcisista.
Tras su atuendo enmascarado y grotesco, habita en una doble personalidad, que es la supuestamente propia y la del otro yo de fantasía, pero que en realidad se encuentra fragmentada en una mezcla indefinida de múltiples identidades confusas interiores sin la solidez de una plataforma básica y estructurada que lo contenga y que en su deterioro llega a colindar con los límites de la locura hasta perderse en la irrealidad y la fantasía, en esa maravillosa metamorfosis de un ser alado y omnipotente que puede evadirse y escapar hacia la inmensidad del firmamento. Michael Keaton, el actor que interpreta en forma excelente la desintegración de Birdman, tiene la facultad de amalgamarse y confundirse con ambas partes de su personaje, el de carne y hueso que intenta ser el real y a la vez no lo es tanto, y el otro, el irreal que lo es mucho, y que fusionados uno con el otro nos exhiben una muestra increíble y dramática de esa experiencia de difusión estructural psicológica de la personalidad, así como de la pérdida progresiva del contacto con la realidad. Se puede entender a través de este filme, lo que debe significar para una celebridad, y hablamos de cualquier tipo de celebridad, no sólo del superhéroe, de un actor o actriz del cine, del teatro o de la tele, de una estrella del futbol o de cualquiera de las áreas deportivas, así como de tantos otros estilos de celebridades de papel y de imagen, lo que debe significar para ellos el final de esa etapa, el final de las ovaciones y las aclamaciones, el final de las entrevistas, de las apariciones en los medios, del seguimiento de sus fans, pero especialmente de la pérdida de sus poderes, reales o imaginarios, pero que al fin y al cabo han sido sus poderes, reconocidos por la multitud y por el clamor del público. La fragilidad de un pedestal tan alto donde todos lo pueden exaltar y glorificar incluyéndose él o ella misma, sin medir el precio y la profundidad de la caída. Pero el conflicto de Birdman tiene que ver igualmente con su lucha contra el envejecimiento, contra la pérdida de la juventud, de la fuerza y de las capacidades inherentes que paulatinamente se van desvaneciendo a través de los años. Birdman lucha contra esas pérdidas, contra los años que se fueron; se resiste y desea renacer, recuperar la juventud y el poderío perdidos, para convertirse una vez más en el superhéroe que una vez fue. Gónzalez Iñarritu nos confronta despiadadamente con tales conflictos propios de la naturaleza humana, de nuestros conflictos con el ego, con el narcisismo, con la vanidad y con todos esos privilegios pasajeros que se ventilan en la cúspide, en ese Olimpo moderno, en el que ya los antiguos griegos ejemplificaban el protagonismo y la lucha de los dioses y los semidioses. Uno se pregunta si tal vez una de estas ramificaciones desarrolladas en Birdman, está relacionada asimismo con nuestras celebridades políticas, no todas tan ovacionadas, pero siempre tan mencionadas y tan de moda, que se resisten a desaparecer y a bajarse del pedestal y de la nómina, como ha sucedido en las últimas décadas con alguno de nuestros expresidentes que se resiste a despedirse del poder y de su máscara y su disfraz de celebridad. No cabe duda, que Birdman puede tener muchas lecturas y mensajes de su director (Continuará).