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NUESTRA SALUD MENTAL

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC)

CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

EL INDISCRETO ARTE DE REFORMAR Y ENLOQUECER

(CUADRAGÉSIMA NOVENA PARTE)

En cualquier democracia, uno pensaría que cada quien tiene derecho a desarrollar su propia locura, de acuerdo a su geografía, a sus genes, antecedentes individuales y familiares, rasgos de personalidad, experiencias positivas o traumáticas, circunstancias ambientales y socioculturales, época histórica en la que le tocó vivir y otro sinfín de detalles importantes que forman parte del desarrollo de la personalidad de cualquier ser humano. Asimismo, cada uno tiene el derecho de vestirla y llamarla como se le plazca, de modo que lo mismo podría ser Birdman, como se mencionaba la semana pasada, pero igualmente el hombre araña, la mujer gato, el hombre murciélago, el hombre ratón, la mujer maravilla, todos ellos con sus honoríficos nombres en inglés, como una forma de reafirmar su origen "literario" en las profundas raíces de algún cómic. Pero claro, no todas las locuras deben nacer de los cómics necesariamente, puesto que nuestras celebridades contemporáneas surgen igualmente del cine, del teatro, de la radio, de los deportes, de sectas religiosas y natural y excesivamente hasta de la política, es decir, de cualquier tipo de actividad mundana que les permita ser "elegidos", adorados, ovacionados y colocados en un nicho por cualquier multitud de fans, aún si se trata de íconos pasajeros y frágiles, que velozmente cumplirán sus quince minutos. La magia maravillosa de los medios de comunicación actuales estimula y propaga tal fenómeno a diestra y siniestra como parte de nuestras carencias y de nuestras necesidades insatisfechas. Pero definitivamente, tenemos que aceptar la indispensable existencia de las celebridades y del público que las venera, como la inherente integración y complementación de una pareja dichosa, como un fenómeno muy natural y humano, especialmente cuando representa una locura muy sui géneris que facilita el ascenso del rating y de las ventas.

La fama, la avaricia, la vanidad, la arrogancia, la presunción, la pomposidad, el poder, el dinero, la egolatría, la glotonería, la envidia, la rivalidad, el aplauso, los halagos, la adulación, el soborno, forman parte de los cimientos en los que se asienta el pedestal de tantas de dichas celebridades; cadenas difíciles de romper y abandonar debido al grado de seducción y aprisionamiento que les caracteriza. La locura de Birdman, el personaje del filme de González Iñárritu comentado la semana pasada, se desintegra en fragmentos muy característicos y apropiados para sí mismo, dentro del contexto al que pertenece, entre lo real y lo fantasioso, de acuerdo a sus propios conflictos personales que a la vez pueden ser muy universales. En esa forma, se podría decir que cada individuo dentro de su marco como celebridad, puede desarrollar su propia locura, temporal o prolongada y crónica, de acuerdo también al contexto y a las circunstancias en las que se mueve y se desarrolla. Quizás de una manera muy simplista, se podría decir que cada individuo podrá desarrollar el tipo de locura que le sea más inherente y apropiado a su origen, a sus necesidades y a sus circunstancias. Así pues, la podrá mantener oculta y encapsulada según su deseo y su conveniencia a vivirla y disfrutarla, o por el contrario, a sufrirla y soportarla; y en otros casos sumamente dolorosos y disfuncionales, buscará mitigarla mediante diversos tipos de métodos, mágicos, religiosos o científicos, incluyendo la ayuda profesional psiquiátrica o psicológica, según también la conciencia o no que tenga de su enfermedad. Sin embargo, qué sucede cuando ni siquiera hay esa conciencia de enfermedad y cuando un individuo semejante se convierte como celebridad en un foco de contagio epidémico no sólo para sus fans, sino también para los demás individuos a su alrededor y hasta para su comunidad, la sociedad y el mundo en general, como ha sucedido en tantos ejemplos que nos señala la historia de la humanidad en diversas etapas más lejanas o más cercanas. Y no me refiero necesariamente a las celebridades del cómic, del cine, del teatro, de tele o deportivas, sino principalmente en el caso de las celebridades políticas, líderes y funcionarios poderosos de alto nivel ejecutivo y administrativo que provocaron revoluciones y movimientos públicos avasalladores, capaces de cambiar la historia y el destino de las masas y de la humanidad en general. No cabe duda pues que la fama, el poder y la riqueza ilimitada, el aplauso y los halagos fascinantes, llegan a seducir, marear, deteriorar y corromper a cualquiera que pueda ocupar altos pedestales, especialmente cuando sus orígenes presentan profundas cicatrices y necesidades físicas y emocionales, y por ende puede carecer de una sólida estructura psicológica en su personalidad, en sus convicciones y sus valores, que son sometidos a prueba constantemente bajo las presiones estratosféricas de esa altura y de las gigantescas y estresantes dimensiones de su puesto. (Continuará)

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