ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y DE SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC)
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
EL INDISCRETO ARTE DE REFORMAR Y ENLOQUECER
(QUINCUAGÉSIMA SEGUNDA PARTE)
Puedo comprender entonces y llegar a la triste y decepcionante conclusión de que no es posible todavía en nuestros días, investigar, reconocer y abrir públicamente lo que representa la salud física o la salud mental de nuestros presidentes de la república, de nuestros ministros, de nuestros gobernadores, de nuestros presidentes municipales así como la de todos los demás individuos que integran esa interminable hilera de funcionarios públicos, a quienes hemos empleado a través de los años para que nos representen y supuestamente trabajen a nuestro favor, a pesar de que los roles se tienden a invertir, y al final de la historia más bien parecería que somos nosotros los que trabajamos para ellos. En ese estado de las cosas, nos podemos percatar entonces que hablar o inclusive intentar cándidamente conocer el estado de la salud física o la salud mental de cualquiera de ellos, se convierte irremisiblemente en un tema tabú, escondido, complicado y secreto, no apto para el ciudadano común, a pesar de que podamos cuestionarnos e interpretar muchas de sus conductas, declaraciones y manerismos. Ello me recuerda lo que sucedía en México a fines del Siglo XIX y todavía bastante adentrado el Siglo XX, cuando se hablaba en susurro solamente sobre "las enfermedades secretas". Los mismos médicos de la época así las denominaban en sus anuncios de publicidad: "también se tratan las enfermedades secretas". Y con ese término de las enfermedades secretas no se referían definitivamente a los trastornos mentales, que en esa época eran todavía más archisecretos y escondidos dentro de la historia de la medicina mexicana. Realmente, cuando se hablaba de enfermedades secretas, se referían a las enfermedades de transmisión sexual, como sería la gonorrea o la sífilis principalmente, que llegaban a presentarse con tanta frecuencia, pero de las cuales no se podía hablar abiertamente, por considerarse temas de mal gusto, inmorales y no aptos para las buenas costumbres y los oídos castos, en una época en la que hablar de la sexualidad humana también era tachado de inmoral, perverso o de mal gusto y por lo tanto se consideraba un tema tabú, secreto, y de ninguna manera público. En nuestros días, tal concepción de las enfermedades de transmisión sexual les parecerá cómico a muchas personas, cuando hablar de la sexualidad, y no sólo ello, sino mostrarla abiertamente en sus múltiples y muy floridas y naturales manifestaciones en las pantallas del cine, la televisión, las computadoras, las tablets o los celulares resulta de lo más común y cada vez menos secreto para todo público, incluyendo niños y adolescentes.
Parece entonces, que parte de lo que significa el progreso y el desarrollo civilizador producto del Siglo XXI, ha traído como resultado la desaparición de tales estigmas que han envuelto a temas tan importantes y básicos de nuestra naturaleza humana como es el de la sexualidad, pero que la "mala educación", la doble moral, la ñoñería, la culpa, la vergüenza, la ansiedad, las distorsiones religiosas y tantos otros factores culturales heredados y arrastrados a través de los siglos convirtieron a estos rasgos y experiencias netamente humanas en temas secretos, vergonzosos y escondidos que ni siquiera deberían mencionarse y mucho menos publicarse abiertamente. Esperamos que al paso del tiempo, algo semejante suceda con el estigma que todavía persigue a los trastornos mentales, al uso de los tratamientos psiquiátricos y psicológicos, a ese halo mágico-religioso que todavía los envuelve y sigue sonando amenazador y peligroso para muchas personas. Precisamente, el elevar nuestro nivel de educación y conocimientos sobre la salud mental y todo lo que ella representa irá sirviendo poco a poco para que el público se siga familiarizando con esa área de la medicina y de la psicología, al grado que pueda usar sus servicios cada vez más, como un tipo de asistencia natural y lógica, como cualquier otra de las especialidades médicas. Tal vez así entonces, llegará un día en que conoceremos mejor a los trastornos mentales y desaparecerá el estigma que los rodea para dejar de convertirlos en "enfermedades secretas". Quizás entonces, en ese futuro optimista, también podremos conocer e investigar con transparencia y confianza el estado de la salud física y mental de nuestros funcionarios públicos, empezando por nuestro presidente, que dejarán de ser entonces temas secretos y oscuros, al igual que sus declaraciones patrimoniales y los estados financieros administrativos. (Continuará)