ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC)
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI
(TERCERA PARTE)
Es realmente fascinante e increíble, que dos mil años después, nos sigue alcanzando y marcando la influencia de una civilización tan importante en la historia de la humanidad, como ha sido la cultura romana. A través de las voces del pasado, en los ecos históricos que tal vez siguen susurrando y chismorreando edictos, poemas o sus tribulaciones en los pasillos de las ruinas imperiales de palacios, de termas, de basílicas y templos romanos, o vociferando y aullando con esa gritería clásica de los anfiteatros y las palestras, el latín como lenguaje, como medio de comunicación y relación en aquellos siglos. Y aún sigue resonando discretamente en nuestros oídos todavía en el presente, sin que tal vez ni siquiera estemos conscientes, ni nos demos cuenta de ello mientras pronunciamos los vocablos cada vez que nos expresamos verbalmente o por escrito para leer o para comunicarnos, aún mismo en ese nuevo idioma electrónico que se está gestando día tras día en celulares y computadoras. Intentamos comunicarnos cotidianamente en ese nuestro lenguaje que denominamos español y que lo mismo puede tratarse del castellano, del mexicano, del argentino, del colombiano o de cualquiera de esas nuestras derivaciones lingüísticas utilizadas originalmente en España y consecuentemente heredadas en América Latina por medio de la conquista, de la ocupación y de la integración española con las culturas autóctonas de este continente. A pesar de que el latín aparentemente se ha convertido es una lengua que se considera muerta y casi sepultada, al igual que el griego antiguo, consideradas ambas como una especie de reliquias curiosas e interesantes para algunos, que todavía tienden a admirarlas, explorarlas, y estudiarlas, e inclusive a enamorarse de ellas, lo mismo en los tratados antiguos que en los vetustos anaqueles de bibliotecas que igualmente tienden a desaparecer y morir, la realidad es que ambas lenguas muertas y sepultadas según las creencias generales, siguen con nosotros en el presente. Ellas constituyen una base tradicional de tantos de nuestros vocablos y expresiones, de tantos de esos adjetivos y sustantivos que seguimos utilizando en nuestra vida cotidiana y en nuestras conversaciones coloquiales. A pesar también de que ambas lenguas, latín y griego antiguo se han esfumado asimismo de esos nuevos, burocráticos y revolucionarios programas educativos en tantas de las escuelas secundarias y preparatorias, de esos programas supuestamente reformados y candentes que llegan a causar demasiado escozor pedagógico y verdaderas revueltas y revoluciones epidémicas en nuestro país actualmente, la realidad es que el latín y el griego antiguo siguen presentes en nosotros desde hace dos mil años, y muy posiblemente seguirán presentes en un mundo futuro, a menos que nos quedemos sordos, mudos y discapacitados por completo, o que encontremos algún otro medio de comunicación muy diferente al que utilizamos en el presente, y en el que perderemos para siempre la herencia, las tradiciones y las raíces de nuestro lenguaje actual. Pero bueno, quizás se podrían preguntar impacientemente, ¿qué diablos tiene que ver todo este rollo del latín y el griego, con la pubertad y la adolescencia, que parecerían ser un tema completamente diferente o fuera de contexto? La realidad es que dentro de mi profesión, soy un firme creyente de la historia, del inicio y de los orígenes, algo que nos ayuda a conocer a través del tiempo y del espacio la evolución y el desarrollo de todo, de los vocablos, de los conceptos, de los pueblos, de las culturas, de las sociedades y sobre todo, de uno mismo. Desde esa perspectiva, pubertad y adolescencia como vocablos, como conceptos, como temas y como etapas del desarrollo, también tienen definitivamente su historia y sus orígenes. (Continuará).
