NUESTRA SALUD MENTAL
ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y DE SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI
(SEXTA PARTE)
A lo largo de la historia del arte, desde las intrigantes y simbólicas figuras rupestres de esos primeros cuerpos en movimiento, testimonio gráfico de nuestros ancestros prehistóricos en cuevas como Altamira, Lascaux y otras tantas en Europa, prolongados siglos después en estilos más sofisticados y avanzados durante las dinastías mesopotámicas y egipcias hasta arribar a las épocas griegas y romanas, el cuerpo humano ha seguido un tormentoso ir y venir, de acuerdo a los criterios y al simbolismo que lo definiera en cada época y en cada cultura no sólo en cuanto a su realidad física, a su anatomía, sus funciones, su belleza, su juventud o su decrepitud, sino igualmente en cuanto a los criterios, la perspectiva, el simbolismo y el significado transmitido a través de sus ritos y costumbres sociales. Tales representaciones han llegado a nosotros identificadas como manifestaciones de arte, aunque realmente se trataba de las experiencias del diario vivir en cada una de estas sociedades. De tal forma, hemos heredado bellísimas imágenes de los cuerpos semidesnudos y cotidianos lo mismo de mujeres y hombres, de reinas, faraones, danzarinas o esclavos, sacerdotes y campesinos en esas hileras interminables de los frescos realizados en las profundidades de las tumbas egipcias, a la vez que los cuerpos casi palpitantes y desnudos de esculturas de Afroditas, Apolos, Ateneas y Hermes como parte de la abigarrada religiosidad griega antigua, retomada posteriormente por los romanos, cuya escultura a su vez, imitó tales modelos y los difundió además en frescos y mosaicos que todavía adornan sus termas, villas y palacios, poblados por seres mitológicos, por emperadores, damas de alcurnia o por prostitutas y gladiadores. Desde entonces, la poesía, la música misma, las obras de teatro y la literatura han celebrado la libertad, el esplendor, la armonía y la belleza de lo que simboliza el ser humano en esa maravillosa envoltura mágica en la que se integran en armonía el cuerpo y la mente como una magnífica y esplendorosa obra de muchos dioses o de un solo Dios, o como producto de la evolución en la Naturaleza, según el criterio y las creencias de cada una de estas culturas y religiones. Así, hasta llegar entonces a la Edad Media para añadir ahí otra perspectiva con un significado y simbolismo sumamente diferente de lo que representa el cuerpo humano, de acuerdo a esa visión judeocristiana, heredada igualmente como parte de nuestra historia, y asimismo representada en todo el arte religioso de la época, en los desnudos pecaminosos de Adán y Eva expulsados del paraíso, en los semicubiertos Cristos crucificados y agonizantes, en la desnudez física y simbólica de San Francisco o de San Juan, y en tantas otras imágenes de santos, de madonas y de angelitos, que semidesnudos o arropados completamente le dieron al cuerpo humano otro significado y orientación controversiales. El inicio del Renacimiento en Europa brilló una vez más con la llegada de la Primavera o de esa Venus botticelliana surgida del mar, o con un David enorme que enfrenta su destino, o con los caleidoscópicos desnudos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina que mezclan lo religioso y lo profano, una mezcla fascinante que se siguió dando desde entonces y a lo largo de los siglos posteriores con los cuerpos de santos y vírgenes, a un lado de odaliscas, bailarinas, Majas, Olimpias, y héroes grecolatinos, y así interminablemente en una cambiante profusidad de estilos en todas las expresiones del arte hasta arribar en este Siglo XXI. La historia del arte precisamente, nos ayuda a comprender todos esos cambios que ha sufrido el cuerpo humano: lo mismo celebraciones que vejaciones; la forma en que ha sido imitado, admirado, alabado, venerado, afirmado, usado inclusive como medida de todas las cosas; pero igualmente distorsionado, negado, escondido, prohibido, torturado, encarcelado, flagelado y hasta llevado a la hoguera, al ser percibido y ajusticiado como una fuente pecaminosa de placer y de lujuria que ha contaminado y envilecido a los mortales. Curiosamente, esa dicotomía simbólica que nos hereda la historia del arte sobre el significado del cuerpo humano, sigue siendo tan actual o más como en el pasado mismo, sobre todo a la llegada de la pubertad (Continuará).