ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y DE SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI
(SÉPTIMA PARTE)
Durante la infancia, es interesante descubrir que los cuerpos de las niñas y los niños son bastante similares, a tal grado que inclusive tantas personas suelan confundir su género cuando los miran o los saludan en las casas, las escuelas o los paseos públicos, especialmente con esta tendencia actual de la moda que ha llegado a ser tan liberal y democrática hasta perderse en lo unisex. Sin embargo, a pesar de esas similitudes en ocasiones confusas y embarazosas para chicos, chicas y sus padres, la realidad es que a decir de los franceses, siempre habrá y persistirá esa "pequeña diferencia", que después de todo no ha sido tan pequeña, puesto que ha permitido que como adultos, hombres y mujeres lleguen a poblar el planeta a lo largo y a lo ancho. A pesar de que definitivamente hay una serie de rasgos diferentes en niños y niñas, la realidad es que no será sino hasta el comienzo de la pubertad cuando estos rasgos se tornen mucho más presentes, definitivos y visibles, lo que convertirá esa pequeña diferencia original, en muchas y muy marcadas diferencias, que van a determinar finalmente la feminidad y la masculinidad biológicas, espléndidamente representadas en ese cuerpo que madura y se desarrolla en cada uno de ellos: chicas y chicos, convertidos ahora en mujeres y hombres. Los huesos y los músculos se ensanchan y se alargan en ambos géneros, a la vez que paralela y paulatinamente hay un crecimiento de todos los órganos externos e internos que complementan su anatomía, incluyendo el corazón, los pulmones, los riñones, el hígado, el bazo, los intestinos, etc., y naturalmente el cerebro, que sufre cambios sumamente interesantes e importantes que hasta más recientemente estamos conociendo y tratando de aprender y comprender. A su vez, como una especie de proceso de escultura, la distribución de la grasa corporal adorna y suaviza con gracia y donaire las líneas femeninas hasta darles esas curvaturas suaves, atractivas e inequívocas que caracterizan el cuerpo femenino desde la tersura del cuello y del nacimiento de los senos hasta su terminación en los pies, pero prolongándose a lo largo del tórax, del abdomen, de las caderas y los muslos. En contraste, un proceso semejante de escultura biológica, redefine la anatomía del varón a base no de curvas y redondeces, sino de líneas rectas y ángulos marcados que también van delineando paulatinamente toda esa estructura arquitectónica de músculos y huesos que balancean su cuerpo, hasta mostrar sus rasgos característicos y masculinos en contraste pleno con la conformación del cuerpo femenino. Al igual que éste, el contenido interno de sus órganos madura y se desarrollan paralelamente: corazón, pulmones, hígado, riñones, bazo, intestinos, etc. y aunque a veces nos sea difícil creerlo, también crece el cerebro y presenta una serie de cambios que es indispensable reconocer en nuestros días para intentar comprender mejor el comportamiento, la forma de pensar y de sentir, así como las acciones de la gente joven del presente. Pero además, otros órganos también internos y externos maduran en esta etapa y son precisamente ellos los que determinan esos rasgos específicos de la feminidad en la mujer y de la masculinidad en el hombre, como un armamento tan sumamente especial y necesario que precisamente es el que nos convierte en seres sexuales, aún cuando las emociones y las señales básicas de este proceso provienen desde las fuentes cerebrales. Los órganos sexuales primarios y secundarios, internos y externos representan naturalmente esa "pequeña diferencia" que mencionaban los franceses, y que a la llegada de la pubertad, cuando maduran y se desarrollan estos órganos, dejan de ser tal pequeña diferencia, para convertirse entonces en diferencias básicas que biológicamente ayudan a separar y diferenciar en forma aún más compleja a las mujeres y los hombres (continuará).
