ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA Y DE SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI
(OCTAVA PARTE)
"Y Dios creó al hombre a su imagen y semejanza y le dio un alma, para luego crear de una de sus costillas a su compañera y otorgarle igualmente un alma". Tal experiencia idílica narrada por la Biblia sobre el acto mismo de la Creación, pasó a ser traducido, interpretado y expresado espléndidamente por el genio de Miguel Ángel durante el Renacimiento italiano, a tal grado que sus imponentes figuras que definían al Creador en el momento de darles vida primero a Adán y luego a Eva todavía lucen esplendorosas en la luminosidad de la Capilla Sixtina en Roma. A su vez, la admiración de tales figuras y escenas religiosas nos invitan y orientan a intentar explicar una forma para extrapolar, traducir y comprender lo maravilloso y fascinante de un acto de tal magnitud, que desde la perspectiva embriológica representa asimismo ese intrincado, milagroso y altamente complejo proceso del desarrollo humano que acontece diariamente durante lo que podríamos llamar como la Creación cotidiana o sea, la formación intrauterina de un bebé que sucede diariamente. Un proceso que se inicia desde la unión cromosómica de un espermatozoide con un óvulo bajo ciertos lineamientos genéticos, que fungirá como el primer escalón en el largo proceso de diferenciación que se da entre la creación de lo masculino y lo femenino, que marcan a su vez diferentes etapas en la formación de la identidad sexual conforme se continua a lo largo de los siguientes nueve meses del embarazo, hasta terminar finalmente en lo que viene a resultar el nacimiento de un bebito como producto masculino o de una bebita como producto femenino. Sabemos actualmente que se trata de un largo y tumultuoso recorrido que comprende una serie de múltiples factores y circunstancias que suceden precisamente en el interior de esa portentosa maquinaria humana puesta en movimiento. Se ha descubierto asimismo que hacia la sexta o séptima semana del proceso de gestación, el embrión funciona en un estilo que se podría considerar como ambisexual, lo que quiere decir que posee ciertos "botones" de crecimiento que lo mismo se pueden desarrollar en órganos femeninos o masculinos, en una diferenciación que se inicia por la formación de las gónadas o glándulas sexuales sean ovarios o testículos, para moverse posteriormente hacia la formación de las estructuras reproductoras internas y terminar finalmente hacia la formación y diferenciación de los genitales externos. Para ello, el embrión cuenta con dos equipos rudimentarios básicos de estructuras reproductoras internas, las cuales potencialmente son capaces de convertirse por un lado en órganos sexuales femeninos, pero por otro lado en órganos reproductores masculinos, dependiendo de la presencia de las hormonas sexuales, sean estrógenos o testosterona, maternas, fetales o placentarias. En forma un tanto simplificada, se podría decir entonces que embriológicamente, tanto hombres como mujeres, somos todos realmente producto de una plataforma básica femenina que pertenece a la madre, Eva, si así la quisiéramos llamar, y que es ahí en su útero, en su interior, donde dependiendo de la secreción de las hormonas mencionadas, estrógenos y testosterona, se llevará a cabo ese fascinante proceso de formación y diferenciación sexual que dará como resultado final, la creación y nacimiento de las Evas o de los Adanes multiplicados una y otra vez a lo largo y ancho de toda la extensión de nuestro planeta, indistintamente de la geografía, el clima, la raza, la historia, el lenguaje, la organización política, las creencias religiosas o la cultura en general. En mayor o menor grado, controlada o desbocada, los actos de la Creación humana están presentes en todo momento, y es precisamente la llegada de la pubertad en niñas y niños, ese increíble fenómeno del desarrollo humano, que define la llegada de nuestro potencial biológico como hombres y como mujeres equipados y listos para reproducirnos y seguir multiplicándonos (continuará).