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NUESTRA SALUD MENTAL

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)

CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI

(VIGÉSIMA TERCERA PARTE)

Si creemos realmente que este período navideño se puede convertir en un espacio vulnerable y estresante para los adolescentes y los adultos jóvenes, quienes al encontrar esa especie de atmósfera mórbida, seductora, húmeda, ahumada, volátil y hasta apropiada para levitar en el espacio sideral, como una atmósfera que los atrae y los seduce ampliamente, tan accesible a la vuelta de cualquier esquina, como un aparentemente cómodo y perfecto canal para dilucidar sus dudas y reflexiones, para presumir o disfrutar sus logros, para llorar sus decepciones y amarguras, o para desafiar sus emociones y autoengañarse de sus crisis aún sin resolver, de acuerdo a la mayor o menor profundidad del vacío que los embargue, posiblemente estaremos en lo cierto. La verdad es que este período navideño, al igual que el 2014 y los demás años que se esfumaron antes y posiblemente los que vengan después, aparece una vez más con esta atmósfera vulnerable y estresante que casi funciona como una atractiva telaraña que los succiona durante horas, días o semanas, pidiendo posada interminablemente en ese intenso experimentar de nuevas o de antiguas experiencias y emociones. Sin embargo, lo interesante y a la vez sorprendente del período navideño, es que semejante telaraña no sólo funciona en esa forma para los adolescentes y los adultos jóvenes (todavía sin que lleguemos a pensar en los efectos que pueda tener para los niños de nuestro siglo), sino que su influencia atractiva se extiende igualmente para todos los adultos, mayores o menores, hombres y mujeres, puesto que en algún momento de sus vidas también fueron adolescentes; y más aún, se podría decir que abierta o veladamente, consciente o inconscientemente un cierto porcentaje lo siguen siendo todavía. Las intensas y controversiales emociones irradiadas en todas direcciones durante este período, producen ese efecto especial generalizado y envolvente que nos transporta a espacios del pasado bajo dosis masivas de nostalgia, donde lo mismo puede surgir el amor, la bondad y la generosidad, que el egoísmo, la mezquindad, la envidia y la rapacidad, en una especie de búsqueda desesperada de ese algo que sentimos perdido, olvidado o desvanecido en el ayer, o que quizás ni siquiera existió y sólo fue un bello o un desagradable y deformado espejismo producto de nuestra imaginación y de nuestras carencias infantiles y primarias. Parte mágico y también místico, algo reaparece y se deja sentir entre las brumas y tradiciones de estas épocas, que de alguna forma invita a conectarnos con el pasado y hasta inclusive intercambiar alternada y temporalmente nuestras posiciones e identidades de adultos con aquellas que vivenciamos como niños o adolescentes y que seguramente habitan aún en las profundidades de nuestro inconsciente, como entes que precisan emerger bajo circunstancias favorables y sensibles, típicas de estos períodos navideños. Así quizás pudiéramos comprender este fenómeno, esa especie de regresión en masa, en la que en forma semejante a nuestros adolescentes, casi parodiándolos o hasta compitiendo con ellos, se llegan a desvanecer o inclusive se pierden los controles, los principios, la cortesía y los modales para soltar libremente los impulsos y las necesidades más primarias, en esa especie de primitivismo cavernícola angustiante, desaforado y hasta agresivo e irrespetuoso que se manifiesta en las calles, en el tráfico, en los centros comerciales, en los mercados y comercios, en los lugares públicos en general, mismo en los hogares y casi en todas partes. La telaraña húmeda y seductora no sólo parece resultar atractiva para atrapar adolescentes o adultos jóvenes, sino que irremediablemente parece seducirnos y devorarnos a todos, mediante, la mercadotecnia, la tecnología y el consumismo a pasto que nos aprisiona, al grado que gracias a ellos, a la comida, al alcohol, a la nicotina, a las drogas y a todos los demás excesos del día, intentamos desahogar a ciegas la intensidad controversial de nuestras emociones o resolver las crisis y los conflictos del pasado que aún permanecen actuales y que en momentos como éstos, nos convierten una vez más en niños y adolescentes, aunque sólo sea una vez al año, pero que igualmente nos hacen vulnerables y nos ponen a riesgo tal como sucede con nuestros adolescentes y adultos jóvenes del ahora (Continuará).

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