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Una mirada a la identidad de género

EL SIGLO DE TORREÓN

Billie, de 16 años, acelera su camino a la independencia cuando su mamá revela su plan de realizar la transición de género, limitando su tiempo juntos para los Martes. Filmada sobre el transcurso de un año , una vez a la semana, cada semana, sólo los martes, 52 Martes es una historia emocionalmente cargada de deseo, responsabilidad y transformación.

El drama familiar se aborda con intensidad con toda la problemática que genera el proceso de una persona transgénero. Un esfuerzo por analizar con detalle esos caminos difíciles de transitar para esta adolescente australiana.

La directora Sophie Hyde, elige grabar sólo el martes de cada semana, decisión que genera un formato original que marca todavía más el interés por la transformación paulatina y también por el crecimiento personal de la joven con sus amigos.

El filme 52 martes es una producción australiana, rodada durante 2014 bajo la dirección de Sophie Hyde y estrenada en mayo de este 2015.

El guión fue desarrollado por la directora, en conjunto con Matthew Cormack, un material complementado en pantalla con la fotografía de Bryan Mason, la música de Benjamin Speed y las actuaciones de Tilda Cobham-Hervey, Del Herbert-Jane, Mario Späte y Beau Travis Williams, actores no profesionales que nos acercan al formato de documental, al diario, un interés por la verosimilitud de los sentimientos que nutren esta ficción.

Se trata de una producción de bajo presupuesto perteneciente al cine independiente australiano que comparte con Boyhood (Richard Linklater, 2014) un calendario de rodaje particular: sólo rodaron los martes de 52 semanas consecutivas.

Asimismo, constituye, junto a películas como Una nueva amiga de François Ozon (2014), una mirada a la identidad de género.

Sin embargo, a diferencia de la intención polémica presente en la cinta de Ozon, Hyde se acoge a un tema y un debate tan moderno para contarnos muchas otras cosas, como el despertar a la vida de una menor de edad; la posibilidad de convertir la existencia en un trabajo audiovisual, en una obra de arte; la necesidad y posibilidad de acercar posiciones, y no optar por la huida o por hacer oídos sordos, cuando se produce un cataclismo familiar; y, sobre todo, qué es y qué no es normal, y hasta dónde se puede integrar el discurso de los demás al propio.

Dentro de una película que, por expreso deseo de sus responsables, se hizo sobre la marcha, uniendo guión y espontaneidad, previsión e improvisación, sobresalen dos escenas que unen el resto: la conversación entre la madre-padre y su nueva pareja, y la charla, en el hospital entre el progenitor y su hija.

En medio, vemos imágenes que de la actualidad internacional, el odio y la destrucción amplificada en los noticiarios: todo lo contrario de lo que ocurre en esta pequeña y delicada historia acerca del respeto, la comprensión y el amor.

La cinta acumula ya un buen número de premios, entre los que destacan el de Mejor director dramático en el Sundance Film Festival 2014 y el Oso de Cristal en la Berlinale 2014.

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