Ocho narradores jóvenes
Con el título de Horizontes de sol y polvo, la Secretaría de Cultura de Coahuila publicó dos volúmenes de narraciones cortas. El primero lleva el subtítulo de Panorama del cuento lagunero; el del segundo es Panorama del cuento joven lagunero.
El volumen II contiene las actas de nacimiento y de confirmación de una nueva narrativa (autores nacidos en Coahuila y en Durango) porque ofrece muestras de las obras de cinco jóvenes cuya prosa ficcionaria yo no conocía y la de tres narradores que hace tiempo iniciaron su bibliografía.
Horizontes de sol y polvo II trae literatura de Fernando de la Vara, Renata Matuk, Armando Rivera, Roberto Carson, Ileana del Río, Jacobo Tafoya, Nazul Aramayo y Edgar Lacolz. Me era desconocida la obra de los cinco primeros; de los tres últimos me es relativamente familiar. La de Jacobo Tafoya y la de Nazul Aramayo la empecé a conocer en el taller literario del Teatro Isauro Martínez.
Los dos tomos de la nueva recopilación de narraciones cortas de La Laguna fueron presentados durante el Festival de la Palabra organizado bajo la advocación de la poeta torreonense Enriqueta Ochoa. La fiesta literaria se efectuó en Torreón durante la primera quincena de noviembre
En cuanto al segundo volumen, es un testimonio sincrónico y de posibilidades diacrónicas de la vitalidad de la literatura comarcana si se considera la juventud de los autores que en él aparecen. Sin embargo, aunque la compilación es de narraciones cortas, es de esperarse que pronto los autores empeñen su dedicación en la construcción de novelas –no novelas cortas, no noveletas– que evidencien ambición creadora de espíritu comprometido con el oficio.
En fin, en el segundo tomo de Horizontes de sol y polvo se encuentra el escarnio que acaba siendo la falta de respeto para el prójimo, una de las repugnantes lacras de nuestro tiempo; también languidecen allí jóvenes abandonados al sinsentido de la vida o mejor, a su incapacidad para darle sentido a sus vidas. Hay personajes aferrados a su marginalidad y a su soledad porque como los de la realidad, ignoran la vitalidad que da el compromiso social.
En un racimo de ficciones narradas por jóvenes no podían faltar la “heroicidad” del padre, la música estridulada que los seduce ni el habla que se le asocia, como tampoco las sutilezas poéticas gratas a los ojos y a los oídos y a través de ellos al espíritu ni, por otra parte, restallantes secuencias de sorpresas lingüísticas entre humos y trasiegos (y elogio) de drogas.
El panorama de la literatura joven de La Laguna dibujado en Horizontes de sol y polvo muestra como rasgos generales la despreocupación de los autores respecto a la estructura del cuento que se ha impuesto desde la Filosofía de la composición, de Edgar Allan Poe.
Desde otro punto de observación, la prosa es despreocupada de su forma, quiero decir, no reluce en ella la búsqueda estética sino la eficacia comunicativa, se puede considerar limpia y eficaz, aunque no se debe dejar de mencionar en el otro extremo la prosa de fragancias poéticas de Tafoya y la restallante como AK 47 de Nazul.
Esperemos que las narraciones cortas del libro que comentamos sean anuncios de obras voluminosas que vendrán con la madurez artística de los autores; obras cuantiosas en calidad y en páginas como el Ulises, de Joyce; como la trilogía Los caminos de la libertad, de Sartre; como Palinuro de México, de Fernando del Paso.
Se presume que los laguneros tienen vocación por los grandes esfuerzos. Escribir novelas como las mencionadas, no libros de narraciones cortas, confirmaría que los laguneros también en la literatura se empeñan en grandes esfuerzos, que son capaces de crear monumentos, no modestos bustos domésticos ni figuritas de porcelana de esas que pueblan las mesitas de centro y las repisas.
