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OTRO EJEMPLO A SEGUIR

DR. LEONEL RODRÍGUEZ R.

Son las 10:50 horas del 19 de junio, y como de costumbre, me encuentro en el café, saboreando una pócima más de esta embriagante y estimulante bebida, recomendada por muchos, rechazada por otros.

Estoy revisando las planas o páginas del periódico El Siglo de Torreón y en este momento veo pasar a don David Valdés (80 años) acompañado por uno de sus hijos, Marco Antonio (44), y como de costumbre, don David apoyado en los hombros de su hijo, éste rodeando la cintura de su orgulloso padre, recorren algunos metros y amorosa y cuidadosamente le ayuda a sentarse en una silla de una de las mesas de no menos para seis u ocho personas y sigilosamente se retira del lugar.

Pienso que don David madrugó esta mañana, ya que aún no han llegado ninguno de sus amigos. Son las once y cinco minutos, en estos momentos llegan dos de sus amigos, y diez minutos después, dos más, que cómodamente se agregan al grupo, y a las once y treinta minutos, llega la última persona y la mesa para seis es ocupada en su totalidad.

Cuántas veces he visto esta escena desde el momento en que Marco Antonio entra al lugar, conduce a su padre hasta el mismo lugar, pues observo que siempre (o casi siempre), ocupan el mismo sitio, hasta parecería que está reservada para ellos, pero no creo que sea así.

Desde una distancia prudente, ni muy cerca, ni muy lejos, los observo, veo que todos toman la palabra, y cuando uno lo hace, los demás ponen atención a lo que uno de ellos comenta, hasta el momento de continuar algún otro de los ahí presentes.

Deduzco que, aunque todos son adultos mayores, don David es el mayor; enseguida de él, a la derecha, observo al que pudiera ser algo menor que él. Los demás del grupo, sus edades pudieran fluctuar entre los 60 y 65 años.

Así diviso después de un buen rato que el conjunto de ellos están en plática cerrada, unos hablan y los demás escuchan con atención y así cada uno de ellos va participando en el tema que están tratando. Comento esto último que menciono porque he visto mesas hasta de más de diez personas y tan sólo uno o dos llevan batuta en la charla, los demás no participan, o más bien, no les dan oportunidad de opinar.

Después de cerca de una hora, cada uno de ellos se va retirando y tan sólo queda don David y uno de los que formaban el grupo, que no tarda mucho en también retirarse, quedando así solo. Sin embargo, la espera no es muy prolongada para él, ya que momentos después, siendo las l2 y diez minutos, veo entrar a Marco Antonio, y con la misma ternura con la que lo llevó a la mesa, asido a sus hombros y él a su cintura, es conducido hasta el vehículo, donde con paciencia y ternura lo ayuda a tomar el asiento del copiloto y donde en una ocasión me permití abordarlos y tan sólo me tocó ver cómo desaparecían en el intenso tráfico del bulevar. Cabe terminar mencionando que en una ocasión no fue Marco Antonio el que llevó a su padre, sino otra persona que deduje fuera su hermano.

¿Por qué ha llamado mi atención esta ejemplar escena? Porque esta ocasión, y varias que me ha tocado presenciar, me hizo recapacitar que no es muy común que lo veamos. Generalmente, los hijos no tienen tiempo para dedicarlo a los padres o tal vez no quieran darse ese tiempo; como padres, pudiéramos justificar, argumentar, es más, excusar al hijo amado, a los hijos queridos: el trabajo, los hijos, los múltiples compromisos laborales y sociales que roban todo su tiempo, pero… considero que… ¡no son más que excusas, pretextos, justificaciones que inventamos como padres!

Me sobran dedos de una de mis ya marchitas manos, ocasionadas por el devenir del tiempo y de los años que se van acumulando, para describir lo poco común que es lo que estoy narrando. Son tan ocasionales, tan aislados, que se merece mencionarlos de alguna o muchas formas, y agrego algunos párrafos leídos hace algunas semanas (27-05-l5), en la columna Foro del Lector: El derecho del ejemplo y que para terminar agrego: "¿Y en qué pueden dar ejemplo los padres? Pues en todas las manifestaciones de la vida. A modo de ejemplo, podríamos señalar estos temas: la amistad, el amor, el trabajo, el servicio a los demás, la confianza, la gratitud, la forma de aceptar el dolor y la manera de vivir la fe trascendente", del escritor español Arturo Ramo García.

Y yo agregaría, de mi propia cosecha: la gratitud, es uno de los hechos que tanto admiro, pero que su contraparte: la ingratitud, es un hecho que más desapruebo, ya que como nos dice la experiencia, las historias se repiten y como se es tratado, tarde o temprano, seremos tratados: la ley del karma.

leonelrodriguez42@live.com.mx

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