— Juvenal
A policía ha concentrado sus esfuerzos en estos últimos días del 2015 en impedir el acceso de motocicletas al primer cuadro del centro histórico de la ciudad de México. El operativo no obedece al nuevo Reglamento de Tránsito, que en ningún artículo prohíbe el acceso de motociclistas a esa zona. El secretario de seguridad pública, Hiram Almeida, ha declarado que la medida busca proteger al peatón, pero no ha explicado por qué sólo prohíbe las motos y no los autos o las bicicletas que arrollan con mayor frecuencia a los peatones.
En realdad se trata de una medida discriminatoria contra los trabajadores de motocicleta: repartidores de paquetes y alimentos o carteros. Si tuvieran dinero para comprar un auto, no se les impediría trabajar. A los funcionarios, por supuesto, poco les importan dañar a los más pobres. En la ciudad de México no se respeta el trabajo. Sus gobernantes tienen la idea de que todos los capitalinos deberían vivir del erario o de dádivas, sin caer nunca en esa despreciable actividad llamada trabajo.
El gobierno capitalino hace todo lo posible por dificultar el trabajo formal. En diciembre de 2013 elevó el impuesto a la nómina de 2.5 a 3 por ciento con la idea, supongo, de que crear empleo es una acción que debe ser castigada. Si bien ha exentado a la mayoría de los vehículos del pago de tenencia, sigue cobrándola a los que son propiedad de empresas. Discrimina así a quienes utilizan los autos para trabajar.
Mientras obstaculiza el trabajo productivo, el GDF ha adoptado como propia la vieja admonición latina de dar pan y circo, panem et circenses, a los ciudadanos. El Paseo de la Reforma, por ejemplo, fue cerrado ayer por la policía. Tampoco este cierre está ordenado por el nuevo Reglamento de Tránsito. El gobierno capitalino ha decidido más bien presentar un nuevo concierto de fin de año, pero no en un lugar idóneo, en un auditorio por ejemplo, sino en plena vía pública.
La Ley para la Celebración de Espectáculos Públicos en el Distrito Federal prohíbe, en su artículo 55, "la celebración de espectáculos públicos en la vía pública, parques o espacios públicos". Y con razón. El cierre de Reforma está causando perjuicios a quienes todavía están trabajando y a los vecinos, pero de qué sirve ser gobierno si no puede uno violar la ley.
La norma ambiental NADF-005-AMBT-2013 establece que "los límites máximos permisibles de recepción de emisiones sonoras" en la ciudad de México serán de 65 decibeles de las 6:00 a las 20:00 y de 60 decibeles a de las 20:00 a las 6:00. Pero el gobierno se está preparando para violar esta norma ambiental en su concierto del 31 de diciembre, en el cual se esperan emisiones de 120 decibeles. Ahí está el circo. Además el GDF utiliza recursos públicos para repartir miles de cenas el 24 de diciembre y de pavos el 31. He ahí el pan.
La apuesta del gobierno, por supuesto, es que sus acciones afectarán a menos personas de los votos que podrán comprar. A los políticos poco les importan los derechos de las minorías, de los repartidores de motocicleta o de los vecinos de las colonias Cuauhtémoc y Juárez. Quieren los votos de decenas de miles que acudirán a la fiesta o que recibirán cenas y pavos.
Ya lo advertía Juvenal en sus Sátiras en el siglo I: al pueblo se le puede comprar con pan y circo. Promover el trabajo productivo no tiene ningún sentido. La pobreza, de hecho, abarata el precio del voto.
FIESTAS CALLEJERAS
Una mujer me dice que sus vecinos cerraron la calle de Centlapatl, en San Martín Xochinahuac, Azcapotzalco, para hacer una fiesta en vía pública. No sólo le impedían llegar a su casa sino que la amenazaban por quejarse. ¿Es legal hacer esto?, me pregunta. No, no lo es. Podría llamar al 072 de atención ciudadana para quejarse. Pero si el gobierno del DF hace lo mismo en el Paseo de la Reforma, lo más probable es que no le hagan caso.